A 48 años del inicio del último Golpe de Estado en Argentina, caracterizado por el terrorismo de Estado, Agustina Catalano (becaria del CONICET) aborda la literatura de escritoras y activistas que atravesaron esos años desde sus obras y sus vidas.
Agustina Catalano es becaria del CONICET y trabaja en el Instituto de Investigaciones sobre Sociedades, Territorios y Culturas (ISTEC) de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). Se graduó de profesora y licenciada en Letras en la UNMDP y de doctora en Letras en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). La especialista investiga sobre obras que han estado al margen de la tradición literaria. Explora los modos en que una serie de escritoras y activistas mujeres cuestionan, desafían o fisuran el imaginario de la revolución y el compromiso político en los años 60-70. Previamente, en su tesis doctoral, trabajó sobre la obra del poeta y editor argentino Roberto Santoro.
Catalano indaga sobre sus configuraciones afectivas, sus cuestionamientos o lo que ellas hacen oír y ver, cuestiones relegadas o subestimadas por la épica revolucionaria, que enriquecen la experiencia política y las lecturas que se pueden hacer actualmente. “Es importante tener en cuenta que se trata de voces que fueron doblemente solapadas y silenciadas por el poder militar que persiguió a estas mujeres y las desapareció, física y simbólicamente, pero también por las desigualdades de poder estructurales basadas en la diferencia sexual, que muchas veces los partidos o las organizaciones de izquierda terminaron reproduciendo”, explica la especialista.
Las autoras abordadas por Catalano son:
Ana María Ponce: una mujer que mientras estuvo secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) usó la máquina de escribir que le impusieron para que realizara trabajo esclavo, para hacer poemas. Muchos de ellos están dedicados a su hijo y a su compañero. Sobrevivieron gracias a la ayuda y la valentía de dos amigas que estuvieron en cautiverio con ella.
Rosa María Pargas: otra mujer que también escribió en el encierro, pero en su caso en la cárcel de Trelew, donde conoció a Alberto Camps a través de un hueco que habían hecho en el piso para interconectar las celdas de mujeres con la de los varones. Sus escritos son de algún modo testimonio de ese amor en particular y de las configuraciones románticas de la época, donde se cruzan la imaginación religiosa y humanista del amor por el prójimo, con la ética militante y el amor de compañeros.
Mónica Morán: una poeta, titiritera, actriz y docente de Bahía Blanca. Ella va trazando en su literatura una articulación bastante singular entre la vida, la política, el humor y la ternura, a partir de la presentación y el diálogo entre varios personajes que podrían ser cualquier vecino o trabajador y a la vez son tan únicos.
Luisa Marta Córica: una actriz, estudiante de Filosofía, sindicalista y militante platense. Su poesía tiene notas entre románticas y existencialistas pero también un anclaje muy fuerte al contexto histórico. Ella fue asesinada por la Concentración Nacional Universitaria (CNU) en 1975.
“Todas ellas compartían la misma edad, los mismos consumos culturales o referencias políticas, pero sus poéticas y sus circunstancias de escritura son bien diferentes. Una vez en una entrevista escuché decir a Albertina Carri que cada desaparecido/a merece una película y creo que es cierto: cada historia, cada vida, cada obra tiene ribetes tan únicos y tantas capas de sentido que es necesario puntualizar y desgranar con atención y detenimiento. Creo que ahí en esos detalles, en esas acciones o gestos que muchas veces parecen mínimos, es posible reconocernos y pensarnos como sociedad. Con la intensidad con que cada una llevó adelante su vida y sus ideas y en su literatura”, sostiene la profesional.
Para Catalano cada una de las autoras puso en discusión, a su manera, las contradicciones, los debates, las preguntas, los miedos y anhelos que las habitaron como militantes, trabajadoras, madres, compañeras, amantes y amigas. Sus textos complejizan los tópicos convencionalmente asignados a las mujeres o tildados de “femeninos” –la maternidad, la pareja, la familia, lo doméstico– y ponen en disputa, al mismo tiempo, las formas de concebir y representar la violencia en Argentina y en América Latina. Todos temas y dilemas que hoy tienen plena vigencia, así como los acercamientos o abordajes que las autoras proponen.
Al mismo tiempo, Catalano sostiene que investigar literatura está directamente relacionado con conocer y dar cuenta del acervo cultural y, en consecuencia, con la pregunta por la identidad. “Específicamente cuando estudiamos a escritoras de las décadas del 60 y del 70, está a la vista que es un tema en agenda, una etapa que a la sociedad le preocupa y le interesa muchísimo. La historiadora Claudia Hilb habla de un ´pasado que no pasa´ y me parece que este contexto en particular confirma que es así. No dejamos de volver sobre los 70, de discutir como sociedad alrededor de ese momento tan sensible y que interpela tanto nuestro presente. Las categorías con las que pensamos ese pasado no están dadas, no son ´naturales´ ni están fijas, sino que surgen justamente de las investigaciones y de la discusión pública”, añade Catalano.
“Creo que las voces de estas escritoras significan un aporte muy valioso para repensar los años 70 y el contexto del terrorismo de estado, pero también las vivencias de las mujeres dentro de una sociedad que les imponía un deber-ser determinado. Y dentro de la disciplina, sirve para repensar un poco la tradición literaria, en la cual primaron hasta hace muy poco los nombres masculinos. Pero además, Renee Epelbaum, una madre de plaza de Mayo planteaba que esas vidas tan particulares de los desaparecidos no deberían subsumirse bajo ninguna categoría abstracta, ni siquiera una tan potente como la del desaparecido. Justamente porque la desaparición fue el crimen de otros, no la identidad de «nuestros hijos». Me interesa poder integrar el contexto y lo que ocurrió sin que eclipse sus obras literarias por completo”, reflexiona la especialista.
Catalano indica que los resultados de investigaciones en este tipo de temáticas impacta en los programas de las materias de la carrera de Letras y en todos los niveles, abarcando primaria y secundaria, pero también los libros que se consumen en momentos de ocio. Junto al interrogante sobre qué leemos, o por qué se lee este autor o autora y no a otro u otra.
“Y lo que es aún más importante: cómo afectan e intervienen esas lecturas en nuestra interpretación histórica y colectiva del pasado. El 24 de marzo es una fecha en la que se ponen en juego esas interpretaciones respecto de lo que pasó entre 1976 y 1983. Hablar de estas escritoras es, entre otras cosas, ponerle un nombre, una historia, un cuerpo, una voz a las 30 mil personas desaparecidas, y a su vez nos lleva a pensar cuál fue el papel que desempeñaron el arte y la literatura en ese contexto”, señala la doctora en Letras.
“Uno de mis objetivos es que más personas lleguen a estas autoras y las puedan valorar por encima de su condición de víctimas o de la dimensión testimonial y documental que sus obras por supuesto poseen. Digo, pensarlas más allá de eso, pensarlas como parte de la literatura argentina y latinoamericana, en diálogo con otros escritores y escritoras, independientemente de los años 70 o de la dictadura cívico-militar”, concluye Catalano.
Fuente: CONICET Mar del Plata.