Entrevistas

25 de mayo: un diálogo con la historia

El objetivo de la historiadora Valentina Ayrolo es volver a dialogar con el pasado para que la historia siga viva. En esta nota, nos ayuda a revisar esta fecha a la luz de nuevas preguntas.

 

¿Cómo puede la historia estar viva si nadie la está contemplando, cuestionando y haciendo dialogar con el presente? Si no se relacionan los hechos entre sí, las efemérides resultan fechas vacías carentes de sentido.

El trabajo de Valentina Ayrolo nos invita a repasar la historia, relacionar hechos y dialogar con los protagonistas. Es doctora en Historia por la Universidad de Paris I, Panthéon-Sorbonne, investigadora independiente del CONICET y profesora de la materia Historia Argentina del siglo XIX en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

“La constitución de una Junta de Gobierno el 25 de mayo de 1810 es la respuesta que da el Virreinato del Río de la Plata a la crisis que se había producido por la vacancia del trono como consecuencia de la llegada de Napoleón en 1808 a la península ibérica y su cautiverio. Frente a esta situación, la ciudad de Buenos Aires reasume la soberanía que se había depositado en el rey con la intención de custodiar esa soberanía una vez que el rey volviese a su trono, lo que se conoció como La máscara de Fernando VII”, explica Ayrolo, quien también dirige el Doctorado en Historia de la misma facultad y el grupo de investigación “Problemas y debates del siglo XIX”.

El resto es historia conocida: Junta de Gobierno, escarapelas, lluvia, pueblo y un gobierno patrio que se cansaba del yugo español y decidía su propio destino dirigido por un grupo de patriotas idealistas que hoy recordamos en calles, billetes y monumentos. Pero ¿qué pasaba en las calles de 1810? ¿Quiénes estaban en esa plaza? ¿Por qué buscar la libertad? ¿Qué papel jugaron los religiosos en el proceso?

La vida había cambiado en el Virreinato

A veces se plantea la Revolución de Mayo como un proceso inevitable, como la utopía de Los Patriotas, que movidos por ideas de libertad motorizaron el cambio. Pero lo cierto es que había otros actores en juego que aportaron al cambio.

Hay que recordar que el entonces Virreinato venía de las invasiones inglesas que habían planteado una cotidianeidad diferente. Cuenta Ayrolo que los cambios en la vida diaria pusieron en evidencia a la élite colonial, a los comerciantes y al clero que era posible la gestión autónoma de los asuntos del gobierno local. “Los cambios no eran algo sutil, hablamos de cambios en el paisaje local a partir de la aparición de militarización de la sociedad, de la politización de todos los espacios sociales, desde tertulias hasta pulperías, pero también la incorporación del ‘bajo pueblo’ a partir de su inclusión en las milicias”, ilustra la especialista. Y agrega que se había establecido una mayor circulación de ideas que proponían cambios en el orden social y rompían con la concepción corporativa que se tenía de la sociedad.

Pero además, las invasiones inglesas habían dejado una marca evidente en el Virreinato, porque este escenario no se daba únicamente en Buenos Aires, había productos ingleses que se comercializaban a partir del contrabando y que eran muy buscados. Y no era la única marca que dejaría, porque algunas localidades recibieron ingleses en calidad de presos. Alguno se incorporaron a través de casamientos con mujeres locales o llegaron incluso a ser requeridos por su profesión, como algunos médicos. Sin dudas, las invasiones inglesas habían dejado huella en el Pueblo, las cosas ya no iban a volver a “ser como antes”.

Un protagonista complejo: el clero

Resulta interesante el análisis que la especialista hace de la forma en que el clero se posicionó ante la revolución que se estaba gestando, ya que tampoco fue una respuesta corporativa y unívoca.

“Un sector que se denomina usualmente como alto clero porque tenían responsabilidades del gobierno diocesano, los obispos por ejemplo, no apoyaron a la Revolución, motivo por el cual estuvieron presos e incluso el de Córdoba se escapó por Brasil. Pero otro sector de ese mismo grupo, aquellos que eran españoles americanos y tenían responsabilidades en la Universidad de Córdoba, o en los cabildos catedrales se unieron a la Revolución y la vieron como una oportunidad de hacer carrera, y así fue”, relata Ayrolo.

Los sacerdotes que se desempeñaban en las parroquias también mostraron diversas posturas, algunos adhirieron y apoyaron a la Revolución pero otros no. ”En realidad, solo cuando hubo certeza de que no había vuelta atrás, los distintos sectores se fueron posicionando y esto ocurrió bastante rápido, en 1812, pero el 25 de mayo de 1810 todavía no estaba claro”, añade la historiadora.

“El Pueblo quiere saber de qué se trata”

“Sobre este solo punto podríamos conversar horas. El Pueblo es la encarnación de la soberanía recuperada, en custodia, por la Junta creada en 1810 ¿Pero quiénes forman ese Pueblo? ¿Quiénes lo encarnan y lo representan?”, reflexiona la especialista.

En ese momento, la Junta de Mayo no había roto lazos con el rey, sino que se arrogaba la representación del Virreinato y se declaró custodia de la soberanía que había depositado el rey. Pero Ayrolo plantea una pregunta aún más profunda: ¿Buenos Aires representaba al resto de ciudades que conformaban el Virreinato? Este cuestionamiento va a desarrollarse durante los siguientes años en enfrentamientos interminables entre unitarios y federales, y en rivalidades que podemos observar aún hoy.

Sin embargo, más allá de las ciudades, ¿qué pasaba con las personas? Porque el relato histórico nos habla de una plaza llena de paraguas y bastones, llena de Pueblo, pero ¿ese era el Pueblo? ¿Solo los hombres de la alta sociedad eran el Pueblo? “El tema de la participación de mujeres, indios y afrodescendientes hoy ya no es más una ausencia. Hoy hay muchísimos trabajos que agregan información sobre esto”, afirma.  Ahora bien, hay dos cosas a considerar, analiza Ayrolo, la primera está directamente vinculada a su tarea cotidiana y tiene que ver con las preguntas que se hace desde el rol de historiadora. Sin esas preguntas, aunque la información habite en los libros, no se visibiliza. En este caso, sobre mujeres, indios y esclavizados. “Si la pregunta no está, la información duerme en los archivos”, y es que ser historiadora no es la mera observación de los hechos, sino el cuestionamiento, la investigación y análisis desde un punto de vista amplio.

En segundo lugar, Ayrolo plantea que, más allá de que la información esté disponible a partir de la investigación, esta debe encontrar una clara articulación con la difusión y divulgación de estos aspectos relegados y reconoce la importancia de la difusión de conocimientos académicos y la necesidad de formación profesional para esta función. “Se ha podido saldar relativamente con inversión en difusión a través de series, programas de televisión o dibujos animados como Zamba. Pero esta posibilidad es una decisión política y también lo es la selección de contenidos que se quiere difundir o acercar al gran público”, explica Ayrolo.

La historia vive y fue escrita por un pueblo completo. Sigamos preguntándole a los archivos para que no se nos olvide ningún protagonista.

Fuente: Daniela Garanzini-Departamento de Comunicación CONICET Mar del Plata.

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