Más de 140 países acordaron frenar y revertir la deforestación en una década en el marco de la COP26. ¿Cómo fue el ritmo de deforestación en las últimas décadas? ¿Qué ocurre en América del Sur? ¿Este acuerdo global es suficiente?
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
Más de 140 países se comprometieron a detener la deforestación y la degradación de la tierra hacia 2030 en el marco de la Cumbre del Clima de Glasgow (Escocia), desarrollada del 31 de octubre al 12 de noviembre de este año. Argentina se encuentra entre las naciones que suscribieron a este acuerdo.
La deforestación es el proceso mediante el cual los bosques son talados con el objetivo de darle otro uso al suelo, generalmente relacionado con actividades agrícolas y ganaderas. En las últimas décadas, estos cambios en el uso del suelo han generado la pérdida de grandes extensiones de bosques naturales, en particular en países en desarrollo del hemisferio sur.
“Esto se ha revertido en Europa y las mayores tasas de deforestación de las últimas décadas han quedado supeditadas, aunque no exclusivamente, a los países del hemisferio sur, sobre todo de Sudamérica y África. Dentro de esos países, se encuentran Argentina, Paraguay y Brasil, que tienen tendencias similares en general y son países que han tenido sus picos de deforestación en la década del 2000”, cuenta a Citecus María Elena Fernández, doctora en Biología e investigadora del CONICET en el Instituto de Innovación para la Producción Agropecuaria y el Desarrollo Sostenible (IPADS).
En esta línea, la especialista destaca que “en Argentina los picos de deforestación se produjeron alrededor del 2003 y 2004, muy asociado a la expansión de la soja”, y que en esos picos “se deforestaron unas 400.000 hectáreas por año”. La zona más afectada por este proceso fue el parque chaqueño, en el norte del país.
Así, áreas de bosque nativo fueron convertidas en tierras de uso agrícola, sobre todo para monocultivos de soja, y en menor medida para otras plantaciones. En Brasil se produjo un proceso similar, donde no solo se cambió el uso del suelo para el cultivo de soja, sino también para la producción ganadera.
Fernández sostiene que los bosques nativos abarcan unas 50 millones de hectáreas en Argentina, cerca del 20 % de la superficie del país. Tras la entrada en vigencia de la Ley de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos en 2009, el ritmo de deforestación ha bajado con el tiempo.
“Entre 2015 y 2019, hubo un promedio de alrededor de 150.000 hectáreas de bosques deforestadas por año. Es decir, bajó más o menos a la tercera parte. La buena noticia es que ha habido una baja en la tasa de deforestación, pero estamos lejos de tener niveles óptimos”, advierte la bióloga, quien integra el Laboratorio Internacional Asociado Forestia de INTA e INRAE.
En este sentido, Fernández reconoce: “Lo ideal sería tener deforestación cero, es decir, hacer un uso racional de los bosques y no pasar a tener otro uso del suelo, que se ve que las consecuencias económicas en el corto plazo pueden ser positivas, pero en el mediano y largo plazo realmente no lo son, y las consecuencias generan una deuda ambiental que la pagan las generaciones futuras”.
La deforestación en el mundo
A nivel mundial, se calcula que desde 1990 se han perdido 420 millones de hectáreas de bosques a causa de cambios en el uso del suelo, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En las últimas décadas ha disminuido la tasa anual de deforestación en el mundo. Mientras en la década de 1990 era de 16 millones de hectáreas por año, entre 2015 y 2020 la tasa fue de 10 millones al año.
A la vez, el documento resalta que si bien en algunas zonas se produce deforestación, en otras se están estableciendo nuevos bosques. En esta línea, la superficie total de bosques se redujo en 178 millones de hectáreas entre 1990 y 2020. Mientras en los noventa se perdían 7,8 millones de hectáreas al año, entre 2010-2020 esa cifra se redujo a 4,7 millones de hectáreas anuales.
Pese a la reducción, el informe subraya que “la deforestación y la degradación forestal siguen avanzando a un ritmo alarmante” y advierte que “la expansión agrícola sigue siendo la principal causa de deforestación y fragmentación del bosque y la pérdida asociada de biodiversidad forestal”.
La publicación también resalta que los bosques cubren el 31 % del planeta y más de la mitad de las áreas boscosas se encuentran en Rusia, Brasil, Canadá, Estados Unidos y China.
En tanto, destaca que unas 700 millones de hectáreas de bosques se encuentran en áreas protegidas, lo que representa un 18 % de la superficie forestal del planeta. La región con mayor superficie de bosques en áreas protegidas es América del Sur, donde se encuentran el 31 % de los bosques protegidos a nivel mundial. No obstante, el informe asegura que la conformación de áreas protegidas no alcanza como única medida para conservar la biodiversidad.
Además, indica que las regiones con mayor pérdida neta de superficie forestal entre 2010 y 2020 fueron África (3,94 millones de hectáreas al año) y América del Sur (2,60 millones de hectáreas al año). También señala que en África ha aumentado la tasa de pérdida neta desde 1990 y que en América del Sur disminuyó a más de la mitad desde 2010 en relación al decenio anterior. Por el contrario, remarca que Europa y Asia registran aumento neto de bosques en cada decenio desde 1990.
Si bien América del Sur cuenta con la mayor extensión de áreas de bosque protegidas y ha disminuido su tasa de pérdida neta en los últimos años, la situación dista de ser ideal ya que los países de la región encabezan los rankings de pérdida de bosques. Según la plataforma Global Forest Watch, en base a datos de la Universidad de Maryland (Estados Unidos), los 10 países con mayor pérdida de bosques primarios en 2020 –tanto por causas humanas como naturales– fueron (en orden decreciente): Brasil, República Democrática del Congo, Bolivia, Indonesia, Perú, Colombia, Camerún, Laos, Malasia y México.
Cambio climático: consecuencias y mitigación
La relación de los bosques con el cambio climático es en dos direcciones. Por un lado, son ecosistemas que padecen las consecuencias de los eventos climáticos extremos. Por otro lado, son grandes sumideros de carbono, lo que representa un gran servicio ecosistémico para la mitigación del cambio climático.
“El cambio climático es la consecuencia de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera como producto de la actividad humana, fundamentalmente de la quema de combustibles fósiles. Eso ha generado un cambio mucho más rápido en el clima que en tiempos geológicos, caracterizado por un aumento de la temperatura media y sobre todo un aumento de la frecuencia de eventos climáticos extremos, como sequías, heladas, inundaciones, etc.”, detalla Fernández.
En este sentido, el aumento de eventos climáticos extremos, y de mayor intensidad, generan consecuencias tanto en los ecosistemas naturales como en las comunidades y las actividades humanas.
“Si bien el incremento de la temperatura media en muchos casos ha repercutido en aumentos de la productividad de los bosques, sobre todo en los ubicados en zonas con clima más frío, al mismo tiempo se observa un efecto negativo por el aumento de los eventos de sequía y olas de calor en todo el mundo, que afecta a todos los biomas de bosque que existen, con efectos negativos que se conocen como eventos de mortalidad masiva de árboles en los bosques”, remarca la bióloga.
La investigadora cuenta que en estos eventos los árboles pueden morir o tener una declinación en su crecimiento como producto del estrés crónico. “Esto se está observando en gran cantidad de bosques del mundo y se predice que, a causa del cambio climático, se va a ir incrementando en el tiempo”, sostiene.
En paralelo, los bosques cumplen un rol fundamental como grandes sumideros de carbono y contribuyen a mitigar el impacto del cambio climático. En este punto, Fernández explica: “Los árboles de los bosques, como todas las plantas, fijan dióxido de carbono en el proceso de fotosíntesis. Lo fijan en sus estructuras y, en el caso de las especies leñosas como los árboles, estas estructuras son de larga duración y hacen que actúen como un reservorio de ese dióxido de carbono extraído desde la atmósfera y depositado en las estructuras de la madera”.
Asimismo, destaca que el dióxido de carbono también queda fijado en las raíces y tanto en la biomasa aérea como la subterránea, y que luego es almacenado en los suelos de los bosques. Por lo tanto, cumplen un rol clave como reservorios y sumideros de carbono.
“Además tienen un rol en la oxidación del metano en los subsuelos –otro gas de efecto invernadero–, por la cual las bacterias que se encuentran en los suelos de los bosques tienen una alta actividad en el secuestro de metano. Estas bacterias no están solo en los suelos de los bosques, pero se ha visto en los últimos años que, en los suelos de los sistemas con árboles, estas bacterias se ven favorecidas”, comenta.
Servicios para el planeta
Los bosques son sinónimo de biodiversidad. En estos ecosistemas crecen más de 60.000 especies arbóreas y son el hogar de una gran cantidad de animales. Allí viven el 80 % de las especies de anfibios, el 75 % de las especies de aves y el 68 % de las especies de mamíferos, según el mencionado informe de la FAO. “Albergan enormes fracciones de la biodiversidad, distintas formas de vida, y por esto es muy importante su conservación”, resalta Fernández.
Al mismo tiempo, los bosques brindan múltiples servicios ecosistémicos. Por un lado, cumplen un papel central en la regulación del clima y el balance hidrológico, tanto a escala planetaria como a escala regional, y también protegen los suelos de la erosión.
Por otro lado, Fernández recuerda que los bosques brindan servicios para las actividades humanas, como bienes derivados de la madera para diversos usos, alimentos y bienes medicinales.
“Los bosques, además, tienen importancia desde el punto de vista espiritual y cultural, vinculada a muchas comunidades humanas en el mundo que viven asociadas a los bosques. En ellos encuentran especies que pueden tener valor espiritual, por ejemplo, ciertos árboles en particular, pero además sitios que tienen gran valor cultural y religioso”, agrega.
Por todo esto, la conservación y la recuperación de los bosques es importante para todos los habitantes del planeta. Sin embargo, la deforestación es un problema vigente en el presente, sobre todo en países en desarrollo, con consecuencias a escala global.
En este escenario se generó el compromiso firmado por 141 países durante la COP26, el cual propone frenar la deforestación hacia 2030 y acelerar la restauración de los bosques.
“Implica que todavía tenemos una década de deforestación por delante y que llegaría a niveles de cero, al menos eso es lo prometido, hacia el año 2030”, analiza Fernández y concluye: “Ojalá se frenara antes, pero mirando el vaso medio lleno, es mejor que nada. Yo creo que es claro que la deforestación debería ser cero lo antes posible”.
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