El biólogo Marcelo Lorenzo se doctoró en la UBA a finales de los 90 y decidió emigrar al país vecino. Allí llevó adelante estudios sobre el comportamiento de la vinchuca durante más de dos décadas. A partir de una convocatoria del CONICET, regresará a Argentina y trabajará en el INBIOTEC de esta ciudad.
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
La historia de vida de Marcelo Gustavo Lorenzo es la de tantos otros científicos y científicas de Argentina. Era finales de los 90, en un país en crisis que se dirigía al estallido social de 2001. Lorenzo finalizó su doctorado en Ciencias Biológicas en la UBA en 1997, con escasas posibilidades de dedicarse a la investigación en el país.
En 1999 tomó la decisión de emigrar junto a su familia a Brasil para seguir su carrera profesional. Su destino fue la Fundación Oswaldo Cruz (FIOCRUZ) en Belo Horizonte, Minas Gerais, donde ingresó como investigador visitante. Mientras se desempeñaba en ese rol, concursó para un cargo de investigador asociado. 22 años después de su llegada a tierras mineiras, Lorenzo continúa con sus tareas como investigador, pero se abrió una puerta que lo acerca a sus raíces.
El biólogo se presentó a una convocatoria de CONICET para residentes en el exterior con la intención de retornar a su país. Y este año fue seleccionado para continuar sus investigaciones en Argentina. El lugar elegido: Mar del Plata. De esta manera, Lorenzo se incorporará al Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Biotecnología (INBIOTEC) de esta ciudad.
El mundo de los insectos
Lorenzo se dedica al estudio del comportamiento de vinchucas y mosquitos e incluye conocimiento de áreas como la biología molecular y la microbiología. Sin embargo, esa no era su idea original cuando inició la carrera universitaria.
“Soy de la generación de los amantes de Cousteau. Durante mi adolescencia tenía un cierto encanto con el mar y la vida marina, y me gustaba la idea de trabajar con mamíferos marinos. Me gustaba observar su comportamiento. Cuando hice el ingreso a la facultad, el profesor de la primera materia me bajó los sueños de un plumazo, porque me dijo que en Argentina no había posibilidad de hacer eso. No sabía muy bien cómo encarar la idea de ser biólogo y no trabajar con ballenas. Era medio raro”, cuenta Lorenzo a Citecus.
Más tarde, mientras cursaba sus estudios, descubrió que la investigación científica en el área de biología no se trataba solo de mamíferos e incluía organismos muchísimo más pequeños como los insectos.
“Conocí gente que trabajaba con insectos y me pareció muy encantadora la biología de los insectos, tal como la narraba un auxiliar de la materia Artrópodos, que hoy es mi amigo, el biólogo Martín Giurfa. Eso me llevó a los insectos y al comportamiento de insectos. Y de ahí no salí más. Hice el doctorado en la UBA estudiando el comportamiento de vinchucas. Desde ese momento trabajo con vinchucas. Y además trabajo con mosquitos”, relata el investigador.
Pese a la diferencia de tamaño y características entre mamíferos marinos e insectos, Lorenzo resalta que “el encanto por la observación y el estudio del comportamiento no es muy diferente”.
“Lo que de alguna manera te mueve a trabajar con comportamiento es querer entender cómo experimenta el mundo ese otro ser vivo. Cómo lo entiende, cuáles son sus demandas. Son preguntas generales que, más allá de modelos, si es una ballena o una vinchuca, son desafíos de la misma manera”, comenta.

Las vinchucas y la enfermedad de Chagas
Durante sus primeras experiencias en el estudio de la vinchuca (Triatoma infestans), Lorenzo se interesó por este insecto debido al rol de este en la transmisión de la enfermedad de Chagas. La enfermedad se transmite cuando, tras ser picada por una vinchuca infectada con el parásito Trypanosoma cruzi, la persona se rasca sobre la picadura e introduce las heces del insecto infectado en la herida o en las mucosas de los ojos y la boca, como indican desde el Ministerio de Salud de la Nación.
Para la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se trata de una enfermedad “con una firme vinculación con aspectos socio-económico-culturales deficitarios” y considera que se encuentra desatendida. En esta línea, es una afección endémica en 21 países del continente americano. Según las estimaciones del organismo, alrededor de 70 millones de personas se encuentran en riesgo de infectarse en el continente, unas 6 millones están infectadas y cada año se registran unos 30.000 casos nuevos, que generan unas 12.000 muertes al año.
“Las vinchucas son un problema de salud pública gravísimo en América Latina, hoy mucho menos grave que hace 25 o 30 años. Cuando comencé mi doctorado era mucho más grave la situación, pero en muchos países sigue siendo grave o muy grave”, subraya Lorenzo. En este sentido, el especialista asegura que “es muy difícil controlar el Chagas, siempre que tengas condiciones socioeconómicas que permitan el Chagas”.
Sobre la situación regional en relación a la incidencia de la enfermedad de Chagas, el investigador explica: “Uruguay y Chile no tienen más transmisión de Chagas. Brasil prácticamente tampoco. La transmisión vectorial, la que causa la vinchuca, en estos países no se da más. ¿Por qué? Porque las condiciones ecológicas son favorables para controlar el problema. En países como Argentina, Bolivia y Paraguay es más difícil porque hay otras condiciones ecológicas”.
“Brasil no acabó con el problema social –continúa Lorenzo–, pero pudo controlar las vinchucas de la especie Triatoma infestans porque eran vinchucas que no son silvestres. En Argentina, como en Bolivia, aparentemente uno de los problemas es que habría un aporte permanente de pocos individuos silvestres. Entonces, me llevó a pensar que es un problema nuestro, latinoamericano, que tenemos que resolver los latinoamericanos. Y para resolverlo, por más que sea un problema socioeconómico, hay que entender bien el problema desde el punto de vista biológico, porque si no, no hay solución que valga”.
Asimismo, Lorenzo señala que en Argentina y Bolivia hay un problema relativamente nuevo vinculado a la resistencia a insecticidas en vinchucas, detectado por primera vez en este siglo.

Radiación infrarroja
Al científico también le interesó estudiar las vinchucas por su capacidad de percibir radiación infrarroja. “Con un insecto, no tenés capacidad de interacción. Es un animal completamente extraño a tu biología y a tu percepción del mundo. Eso tiene su encanto también. Trabajar con un insecto que percibe radiación infrarroja me parece súper interesante. Las vinchucas son uno de los pocos animales que se ha demostrado que tienen percepción de radiación infrarroja de los hospedadores. Es como pensar en una biología que es casi de ciencia ficción”, describe.
¿Qué quiere decir que las vinchucas perciben radiación infrarroja? Las vinchucas perciben el calor emitido por animales y por el ser humano y son especialistas en robar sangre. “Las vinchucas tienen la necesidad de detectar al hospedador y una pista muy confiable es el calor, porque la mayor parte de sus hospedadores emiten calor. Entonces, cuando tenés una temperatura particular y una contextura física dada por los materiales que te componen, tenés un perfil de emisión de radiación infrarroja, que tiene que ver con tu temperatura. Y eso es lo que estos insectos explotan”, detalla el biólogo.
En esa línea, el experto destaca: “No creemos que vean con radiación infrarroja, pero sí sabemos que saben el tamaño, la distancia y la temperatura de los objetos. Eso está bien estudiado. O sea que es un sentido completamente fuera de nuestra realidad”.
Las vinchucas pertenecen al grupo de los triatominos dentro de la familia de los redúvidos. Lorenzo comenzó a trabajar con estos insectos durante su doctorado. En ese momento, estudió el comportamiento de las vinchucas en las rajaduras, en los refugios que utilizan para evitar la luz del día.
“Gran parte de mi tesis de doctorado fue destinada a entender el comportamiento de un bicho que no lo ves porque está escondido. Es una paradoja la tesis que hice, porque es muy aburrido estudiar el comportamiento de un bicho que se esconde. Pero había que entender cuándo sale, por qué sale, por qué no sale, los horarios, etc. Y sigo estudiando eso”, relata.

Un científico argentino en Belo Horizonte
Tras finalizar su doctorado, Lorenzo continuó su carrera en la Fundación Oswaldo Cruz (FIOCRUZ), una institución dependiente del Ministerio de Salud de Brasil, ubicada en Belo Horizonte. Fue fundada en 1900 por Oswaldo Cruz, quien era jefe de Carlos Chagas y quien lo envió a trabajar en el control de malaria a Minas Gerais. Allí descubrió la enfermedad de Chagas, que lleva su nombre.
“Es una institución muy fuerte, muy rica, tenía todo. Era una vida que no había vivido. Me ofrecieron que concursara a un cargo, me presenté y en el 2002 me nombraron investigador asociado. Y pasé a vivir una vida científica completamente diferente”, cuenta Lorenzo.
En paralelo, Argentina atravesaba un complejo momento político, económico y social. Lorenzo y su familia se quedaron en el estado de Minas Gerais, en 2006 pasó a desempeñarse como investigador titular y empezó a armar su propio grupo.
En 2010, tuvo la oportunidad de irse a Suecia gracias al financiamiento del Gobierno brasileño, donde pasó un año y medio en la Universidad de Ciencias Agrarias de Suecia (SLU), ubicada en la ciudad de Alnarp, en cercanías de Malmö. Allí aprendió nuevas técnicas para incorporar a su campo de estudio y conoció a colegas con los cuales sigue en contacto. “Fue una experiencia fantástica, hasta hoy tengo mucha colaboración con esta gente”, resalta.
Luego de esa experiencia regresó a Brasil. En la FIOCRUZ, continuó con el estudio del comportamiento de las vinchucas y empezó a trabajar con mosquitos. Además, incorporó conocimientos de biología molecular y de genómica.
Su primera estadía en Suecia fue tan gratificante que a finales de 2021 también viajó al país nórdico para realizar unos trabajos con Drosophila, la mosca de la fruta, el equivalente al ratón en la entomología. “En vinchucas y mosquitos hemos visto algunas propiedades particulares de las antenas. Hicimos una hipótesis para poner a prueba si es verdad lo que estamos viendo a través de transcriptomas de expresión génica. Y estamos poniendo a prueba eso, con mis colaboradores de Suecia y uno de la UBA, en Drosophila, que es la herramienta que nos permite hacer manipulación genética para probar lo que queremos demostrar”, detalla.
El regreso a las raíces
Desde 2014, Lorenzo y su familia comenzaron a analizar la posibilidad de regresar al país. “Hubo un cambio de política grande que, en términos de ciencia y técnica, nos puso en pausa”, señala Lorenzo.
Más tarde, en 2018, se tomó un año de licencia y viajó a Francia a trabajar en el laboratorio del profesor Claudio Lazzari en la Universidad de Tours, quien fue su director de doctorado en la UBA. “Él emigró a Francia en 2003. De donde salí, en la UBA, gran parte emigró y hasta el día de hoy está afuera”, subraya.
Luego, se abrió la posibilidad de entrar a carrera del CONICET a través de un llamado del organismo para residentes en el exterior. Por motivos familiares, Lorenzo y su esposa decidieron que se anote en la convocatoria.
Lorenzo contactó a Corina Berón, quien dirige el laboratorio de Control Biológico de Insectos Plaga y Vectores del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Biotecnología (INBIOTEC) de Mar del Plata. Le contó cuáles eran sus líneas de investigación y tuvo una buena recepción tanto de Berón como de Leonardo Curatti, director del instituto.
A principios de octubre de este año, Lorenzo fue uno de los 30 investigadores argentinos en el exterior seleccionados para ingresar al CONICET. Se desempeñará como investigador principal en la mencionada institución marplatense.
“Combinamos que sería una buena posibilidad presentarse a carrera con lugar de trabajo en el INBIOTEC y tratar de llevar mis líneas de investigación, mis colaboraciones y las posibilidades de aspirar a financiamientos al INBIOTEC. Y en eso estamos. Mi expectativa es esa”, confiesa.
De esa manera, proyecta trabajar con vinchucas con sus colaboradores de la UBA y del exterior e incorporarse al equipo de Corina Berón en los trabajos con mosquitos y sumar las colaboraciones de investigadores suecos.
“La idea es integrarnos. En el fondo somos un laboratorio único, hecho por varios laboratorios de varios países. Mi cabeza es un laboratorio yo diría”, indica.
Para concretar su ingreso a carrera de CONICET, Lorenzo deberá realizar los trámites correspondientes. Estima que se radicaría en Mar del Plata aproximadamente en el plazo de un año. Su propuesta de trabajo es seguir estudiando cuáles son las proteínas y los genes que son críticos para la expresión de ciertos comportamientos de las vinchucas.
Foto principal: sitio web del Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico de Brasil.
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