Los historiadores María Liliana Da Orden y Daniel Reynoso describen el contexto en el que se produjo la legalización del poblado de Mar del Plata y detallan distintos momentos que propiciaron el poblamiento de la zona.
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
Si bien Mar del Plata es el centro turístico más importante de Argentina, la ciudad no surgió como un balneario. Su fundación tuvo lugar en el marco de una etapa de crecimiento económico en el país y por el interés que tenían los estancieros con propiedades en la región para desarrollar negocios en el sudeste bonaerense.
El 10 de febrero de 2023, Mar del Plata cumplió 149 años. Esa fecha simbólica conmemora el día de 1874 en que se sancionó la ley que dio al poblado su conformación como localidad, pero en el lugar ya había una pequeña población que trabajaba al ritmo de la actividad del saladero.
“En esta época, el sudeste bonaerense estaba caracterizado por un fuerte avance de la economía agropecuaria, que fue viniendo desde el norte en las primeras décadas del siglo XIX”, cuenta a Citecus la historiadora María Liliana Da Orden, docente e investigadora de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, quien entre 2017 y 2022 fue profesora de “Historia de Mar del Plata”, materia optativa de la carrera de Historia.
La investigadora resalta que para la familia Peralta Ramos el saladero ya no representaba un negocio y que, en el contexto del crecimiento económico que vivía la nación por aquellos años, los propietarios de las tierras buscaban ganancias a través de otras actividades, además de las agropecuarias.
“La cuestión de urbanizar una estancia o trozos de estancias es parte de estos negocios. En este caso, el negocio inmobiliario. Formar pueblos dentro de propiedades privadas es un negocio redondo en la medida en que logres que te compren terrenos. Una hectárea de campo es mucho menos valiosa que una manzana loteada. Entonces, si bien hay una base porque hay un pequeño poblado en torno a la cuestión económica –al saladero, los galpones para acopiar–, la construcción de la iglesia, y el trazado que se hace, fueron parte de un negocio más amplio de urbanización”, señala Da Orden, quien integra el Centro de Estudios Históricos (CEHis) de la Facultad de Humanidades de la UNMDP y el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS), del CONICET y la UNMDP.
El primer gran inversor fue Patricio Peralta Ramos, quien propuso la idea de la urbanización. Luego apareció Pedro Luro. “Él compró la mitad de la parte diseñada para pueblo –quintas y chacras–. Pero era un hombre que tenía recursos económicos mucho más importantes que los de Peralta Ramos. Tenía inversiones no solamente agropecuarias, sino también en urbanizaciones, por ejemplo, en Dolores”, indica.
Da Orden destaca que el surgimiento de la ciudad se produjo por interés económico “dentro de un marco de crecimiento y de especulación” y agrega: “Era una época de hacer negocios. Y los mismos contemporáneos escriben y hasta dan el ejemplo de Mar del Plata, de cómo hacia 1900, y también después, al comprar un lote en Mar del Plata, la ganancia se multiplicaba en dos o tres años”.
Por su parte, el historiador Daniel Reynoso hace referencia al pedido realizado por Peralta Ramos para la legalización: “Él expresa ´deseo fundar este poblado donde hay una iglesia, una escuela, veinte casas, y un saladero´. Es como decir quiero fundar Mar del Plata en el centro de Mar del Plata, como diría Les Luthiers. Esto es fantástico. El poblado ya estaba construido, él lo que quería es que lo legalizaran. Y eso es lo que hizo el Gobierno provincial”.
Reynoso remarca que en ese proceso de legalización surgió la discusión de si el poblado tenía que fundarse en el sector costero o en el sector serrano. “¿Lo armamos donde hay más gente o donde nos queda cerca a todos? Esa fue la discusión con Balcarce. Lo ponemos donde está el saladero, que es donde hay más población, o lo ponemos en Balcarce que es donde le queda medianamente cerca a toda la extensión de lo que en ese momento es el partido de Balcarce”, relata el docente e investigador de la Facultad de Humanidades de la UNMDP.
En ese sentido, continúa: “A Peralta Ramos, a partir de este pedido, le surgió otro problema. Cuando realizó la mensura de la cantidad de tierras compradas, tenía alrededor de tres mil hectáreas más de lo que decían las escrituras. Entonces, sus adversarios políticos le propusieron al Gobierno provincial que se funde el poblado en esos sobrantes fiscales. ¿Cómo solucionó Peralta Ramos este problema? En la extensión de su propiedad también había comprado tierras en el Partido de Mar Chiquita y, entonces, pudo ubicar los sobrantes fiscales en ese partido, y mantener el pedido de fundación del poblado original”.
Por aquel entonces, no existían delimitaciones de partidos como límites políticos. El sudeste bonaerense se pensaba principalmente según los límites de las estancias de la región. Peralta Ramos ofreció al Gobierno de la provincia legalizar el poblado en su beneficio. “Hay un negocio que es muy incipiente para esa época, por el desarrollo del ganado ovino, asociado al tema de la inmigración, que es la llegada del ferrocarril. Entonces, lo único que Peralta Ramos pidió a cambio de ceder tierras para la fundación del poblado es que le den prioridad en el recorrido del ferrocarril para que llegue hasta Mar del Plata desde Maipú”, afirma Reynoso, quien se desempeña también en el Grupo de Historia Social Argentina del Centro de Estudios Históricos (CEHis) de la Facultad de Humanidades de la UNMDP.
El rol de los estancieros
Según Reynoso, los estancieros fueron los principales actores en el desarrollo de la ciudad en su etapa inicial. Se trataba en su mayoría de empresarios acaudalados de Buenos Aires que no vivían en la región. Tenían un capataz o representante que residía en sus tierras y que era el encargado de llevar adelante la actividad productiva.
“Generalmente, pensamos en la evolución de los poblados, pero también debemos pensar en la evolución de la parte rural. O sea, la estancia de 1880 no era la misma que la de 1860, porque incorporó ovejas, tenía alambrado, y se modificaron los espacios de residencia. Para el censo de 1869, no había una sola casa que tuviera un techo que no sea de paja. Eran todos ranchos. La aparición del gran casco de estancia fue después de 1880”, sostiene.
Hacia mediados del siglo XIX, la actividad predominante era la ganadería. En este punto, Reynoso diferencia tres etapas en cuanto a la actividad ganadera en el siglo XIX. En la primera, los campos tenían vacas salvajes. En la segunda etapa, se reemplazaron las vacas por ovejas para el negocio de la lana, lo que generó un cambio en las pasturas. Esta actividad tuvo un gran auge. Hacia 1888, llegó a haber más de 850.000 ovejas en General Pueyrredon. Y en una tercera etapa, los estancieros reemplazaron las ovejas, que se trasladaron hacia el sur, por ganado vacuno refinado, como Hereford y Shorthorn.
“Las vacas llegaron con la conquista. Ese ganado era el mismo hasta 1860, cuando llegó el ovino. A partir de 1890, las ovejas comenzaron a ser desplazadas hacia la Patagonia y se reemplazaron por el ganado vacuno refinado y la siembra de cereales. ¿Cuál es el otro aporte que hace este cambio productivo? La llegada del ferrocarril en 1886. ¿Qué cambió el ferrocarril? Se podía sembrar, cosechar y enviar la producción de forma más rápida y segura y no casi obligatoriamente por barcos”, detalla y añade que la ampliación de la cobertura del ferrocarril durante el siglo XIX permitió la expansión de la producción de trigo y maíz.
La llegada del ferrocarril en 1886 consolidó la actividad económica vinculada a la producción agropecuaria y, más tarde, funcionaría como el principal aliado para la incipiente actividad turística.
La historia del saladero
Un consorcio brasileño-portugués, dirigido por el Barón de Mauá, compró en 1856 tres estancias a Gregorio Lezama: “Laguna de los Padres”, “La Armonía” y “San Julián de Vivoratá”. El consorcio, que tuvo a Coelho de Meyrelles como su administrador en el lugar, instaló en el sector costero un saladero para la producción de tasajo.
El proceso consistía en poner tiras de carne vacuna sobre una base de sal, colocar arriba otra capa de sal y nuevamente una capa de carne por encima. Luego eso se dejaba secar al sol. Esta carne era exportada a Brasil o Cuba como alimento para la mano de obra esclava. La producción del saladero partía en barco desde un muelle armado en la actual zona de Punta Iglesia.
“La planta manufacturera se ubicó sobre la desembocadura del arroyo Las Chacras, cercana a la actual playa de Punta Iglesia. Para su instalación y puesta en actividad se emplazaron en sus alrededores galpones y casas de servicios con sus respectivos pobladores. Coelho de Meyrelles instaló el galpón del saladero en la manzana delimitada actualmente por las calles Luro, Corrientes, Alberdi y Santa Fe, y frente a este hizo construir un gran corral de ´palo a pique´ donde se encerraba la hacienda próxima a faenar. La dirección de los trabajos de la estancia de la Laguna de los Padres fue encargada a Don Rudecindo Barragán, antiguo poblador de la zona, y la dirección técnica del proceso del saladero fue encargada a Carlos Lacrois”, cuenta Reynoso en su artículo “Estancias y estancieros en los inicios del poblado de Mar del Plata” (2002).
En el mismo texto, el historiador relata: “La instalación del saladero en el Puerto de la Laguna de los Padres generó un lento y progresivo cambio en la fisonomía de la región al concentrar un pequeño núcleo de población alrededor del mismo. Los peones y el personal que se desempeñaban en el mismo se instalaron en sus inmediaciones dando lugar así a una incipiente actividad en el lugar que comenzó a conocerse como poblado”.
Mientras desarrollaba la actividad, el consorcio brasileño vio que el negocio no funcionaba de acuerdo a lo esperado. “Yo creo que Lezama engañó al consorcio –porque ya tenía fama de ´pícaro y muy rápido con los negocios´– y les informó que las vacas que estaban en la zona eran todas salvajes, y que solamente había que juntarlas y faenarlas. Se dieron cuenta, una vez que montaron todo, que las vacas había que comprarlas, porque todas tenían marca. Ya era un negocio distinto”, comenta Reynoso a Citecus.
Asimismo, el docente e investigador menciona dos situaciones que complicaron el éxito del saladero. En primer lugar, en Brasil se aceleró el proceso de liberación de esclavos. Por otra parte, se produjo la disputa entre la provincia de Buenos Aires y la Confederación Argentina, y Mauá financiaba al Gobierno de Urquiza, lo que dejó al negocio en una posición muy incómoda.
Frente a ese escenario, Mauá se retiró y Coehlo vendió las tierras que el consorcio poseía en la región, incluido el saladero, en 1860. Una sociedad integrada por Anacarsis Lanús, Eusebio Zubiaurre, Benigno Barbosa y Patricio Peralta Ramos se hizo cargo del saladero. Pero el negocio tampoco funcionó durante la administración de Peralta Ramos y sus socios.
“Peralta Ramos ya venía de una experiencia comercial fallida porque era proveedor del ejército de Rosas. Al caer Rosas, se quedó sin negocio. Entonces, compró tierras en este lugar. El saladero tampoco funcionó. ¿Cuál es la segunda alternativa que apareció? Armar poblados, subdividir la tierra, valorizarla y con esto generar otra perspectiva para su negocio”, describe Reynoso.
En la década de 1870, se produjo lo que Reynoso define como la gran controversia de Mar del Plata entre los Luro y los Peralta Ramos. “Hay un punto en el cual Peralta Ramos casi se fundió. Entonces, le entregó gratis el saladero a Luro. Y Luro invirtió. A esto se le sumó la epidemia de cólera y la sequía. Los 70 para los Peralta Ramos fueron muy complicados. Con la llegada de Luro, se inició un recambio generacional. Nosotros hablamos de los Peralta Ramos, los Luro, los Martínez de Hoz, pero también ya estamos hablando de los hijos y los nietos de quienes iniciaron esta historia. En ese recambio, apareció el turismo. Y el turismo generó otra actividad que le sirvió a la ciudad para tener población urbana estable”, comenta.
Da Orden indica que en el expediente que eleva a la provincia, Peralta Ramos expresó que este lugar era muy prometedor porque tenía piedra para abastecer a toda la provincia para la construcción y tenía lobos marinos, que los consideraba un recurso muy importante.
“Ofrece como recursos de sustento de ese pueblo dos cosas que no tienen nada que ver con lo que va a desarrollar después Mar del Plata. Ni la pesca, ni el veraneo, nada de eso”, asegura.
El proceso previo a la fundación
Reynoso remarca que según el Primer Censo de Población de septiembre de 1869, las tierras de la región de Balcarce –que comprendía los actuales distritos de Balcarce, General Pueyrredón y General Alvarado– reunían alrededor de cuatro mil personas, más las comunidades indígenas que habitaban en la región. A mediados del siglo XIX, el sudeste bonaerense representaba una frontera entre el mundo rural y el mundo indígena y, como frontera, convivían las comunidades indígenas y algunas familias que se dedicaban a actividades agropecuarias, en general, en representación de grandes estancieros.
Un dato interesante es que el emblemático libro El gaucho Martín Fierro de José Hernández se publicó en 1872, tres años después del censo y dos años antes de la legalización de Mar del Plata. “José Hernández tiene un período hacia 1850 en el cual estuvo en la zona de la laguna de los Padres, y observa muchas de estas costumbres, observa la convivencia, la marginalidad. Acá es una zona de frontera”, destaca Reynoso.
Sobre la convivencia de la población aborigen y la sociedad rural, Reynoso explica: “Había una sociedad que buscaba la expansión económica y otra sociedad que quería persistir en la ocupación territorial y no tanto la ocupación económica. Con perspectivas que son muy interesantes, porque en los primeros pedidos de tierras que se hacen, y que quedan registrados hacia 1820, hay algunos estancieros, comerciantes, que hicieron el pedido a las autoridades de la provincia de Buenos Aires, pero también negociaban con los aborígenes por la ocupación de tierras a cambio de mercancías”.
En esta línea, el historiador señala que “los aborígenes no tenían una concepción de propiedad, porque no creían que alguien pudiera tener ese espacio y ser dueño de esas enormes extensiones de tierras, con ese enorme vacío” y subraya: “La discusión centrada solo en los aborígenes o la sociedad criolla nos hace perder muchos de los matices de la convivencia y los puntos de contacto. No nos deja ver los grises y los puntos en los cuales había intercambios comerciales, de noticias o culturales”.
La llegada de trabajadores y nuevos habitantes
Si bien las primeras oleadas migratorias no fueron masivas, en los 70 ya ingresaban al país cerca de 100.000 inmigrantes por año. Da Orden remarca que durante la década de 1870 llegaron inmigrantes al sudeste bonaerense, sobre todo españoles, vascos, irlandeses y escoceses. Y estos nuevos habitantes empezaron a comprar lotes o a trabajar en los lotes.
“Son los que dieron impulso a la cría del lanar y fueron peones o medieros, muy pocos se convirtieron en propietarios rurales. Algunos compraron en el ámbito urbano. Son los que compraron los primeros lotes. Muchas veces como inversión. El tema de diseñar pueblos, de comprar tierras, generalmente era más que adquirir un lote para construir. Por ahí se compraban varios lotes a la vez. Las quintas y las chacras eran de varias manzanas alrededor del pueblo. En ese momento, era una apuesta a futuro. En general, no solo se hacía para ocuparlo, sino también con la idea de venderlo dentro de un tiempo y ganar por el aumento del precio de la propiedad inmobiliaria”, señala la docente.
En paralelo, Reynoso sostiene que en ese momento, en el ámbito rural, la discusión no estaba dada por la compra de tierras, sino por dónde realizar las inversiones, por ejemplo en la producción ovina. En ese sentido, remarca que para los inmigrantes “lo importante era comprar ovejas, porque era un capital móvil que les rendía mucho más que tener ese capital metido en tierra”, ya que como inmigrantes “siempre se piensa en volver”.
En términos productivos, Da Orden afirma que el ferrocarril hizo más atractiva a la región. En ese sentido, apunta que “era un lugar que estaba creciendo” y que “el inmigrante, como en cualquier época y en cualquier lugar, migraba para estar mejor, para ahorrar, sea que quisiera quedarse o que quisiera volver a su pueblo”. Y subraya que “el ferrocarril impulsó ese crecimiento, tanto para el transporte de productos rurales como para la construcción relacionada con el turismo y, por supuesto, el traslado de pasajeros”.
El desarrollo del balneario influyó en el crecimiento poblacional. “Esto propició un aumento de concentración de población y la llegada de inmigrantes y criollos. Ya en esta época había bastantes santiagueños. No es una novedad más o menos reciente, sino que ya se veía. La migración santiagueña es bastante importante en la provincia de Buenos Aires. Cuando empezó a despegar la provincia de Buenos Aires, atrajo migrantes internos. No solo españoles, vascos muchos de ellos, italianos o franceses, que son los que empiezan a poner sus comercios, que tienden a abastecer a la población. Estaban nucleándose en el pueblo, pero también en el entorno rural, en una zona que ofrece productos a este poblado”, detalla Da Orden.
Casi en simultáneo con la llegada del tren, entre 1886 y 1887, se construyó el Hotel Bristol como parte de las inversiones de la clase alta empresaria, que no solo invertía en campos, sino también en ciudades y propiedades, como este hotel de lujo.
“Así como se pensó que la urbanización era un negocio, también lo era poner un hotel de lujo y darle un empujón más a este veraneo. Ya el Gran Hotel actuaba en ese sentido. Era un hotel donde también se venía a veranear. Con el Hotel Bristol, el objetivo fue brindar una oferta como la que se daba en los balnearios europeos más famosos. Y esto implicaba contar con las grandes familias adineradas, propietarias rurales, políticos, jueces, lo que formaría la clase más alta y que, aprovechando el ferrocarril, podían venir con otras comodidades”, describe la historiadora.
Además, sobre el vínculo entre los inmigrantes y la actividad turística, la especialista detalla: “Se necesitaba gente que trabaje, que construya, que atienda negocios, que limpie, mozos, cocineros, nuevos comercios. Eso, por supuesto, iba de la mano de la inmigración europea. Entonces, hacia 1895 ya hay un salto importante en la proporción de europeos en relación con población criolla en el lugar. Ya se estaba diversificando. Y para 1914, casi la mitad de la población era europea. O sea, era una ciudad que crecía aceleradamente, que daba trabajo. Eso daba beneficios”.
El proceso de fundación de Mar del Plata tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XIX dentro de un marco que incluye los complejos vínculos en la frontera, el desarrollo de la actividad agropecuaria en la región, el poder de los grandes estancieros y las posibilidades de inversión para aumentar sus fortunas en un contexto económico favorable en la nación.
Entre los hitos que propiciaron el poblamiento del sudeste bonaerense, la legalización del poblado de Mar del Plata y su desarrollo, Reynoso enumera: “El primer hito es el levantamiento de los Libres del Sur (1838), porque a partir de ahí hasta 1852 esto estuvo económica y poblacionalmente estancado. Después la llegada del consorcio brasileño, la compra por parte de Peralta Ramos con la legalización del poblado y después la llegada del ferrocarril. Se puede decir que son hechos relevantes en lo que sería un desarrollo de esa historia”.
La legalización del poblado dio luz verde al negocio de la urbanización en este lugar y a la llegada de nuevos habitantes. Este momento forma parte del capítulo inicial de la historia de Mar del Plata. El turismo llegaría unos años más tarde. Pero ese ya es otro capítulo.
Imágenes: Archivo General de la Nación (AGN). Foto principal: Estación Mar del Plata Norte en 1886, donde llegaba el Ferrocarril del Sud. Crédito: AGN.
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