Los integrantes del proyecto forman parte de distintos centros e institutos de doble dependencia con la Universidad Nacional de La Plata que funcionan en la Facultad de Ciencias Exactas.
El trabajo mancomunado que vienen llevando adelante desde hace tres años dos equipos de investigación del Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos (IIFP, CONICET-UNLP) y el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA, CONICET-UNLP) permitió sentar las bases para el diseño y elaboración de una vacuna contra la COVID-19.
La iniciativa fue presentada la semana pasada en un acto que se llevó a cabo en el rectorado de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y contó con la presencia de la directora del CONICET La Plata, Gloria Chicote, y el presidente de la casa de altos estudios, Fernando Tauber.
La estrategia propuesta por los equipos encabezados por los investigadores del CONICET Guillermo Docena y Omar Azzaroni, del IIFP y el INIFTA respectivamente, se basa en el uso de fragmentos de la proteína S, que se encuentra en la cubierta del virus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad, y es el arma que este utiliza para invadir e infectar las células blanco, que son las del epitelio nasal y, principalmente, pulmonar, donde en contacto con distintos tipos de receptores se divide y multiplica para invadir otras células.
Lo que el equipo busca es encapsular esas fracciones de la proteína en nanopartículas e inocularlas para generar los anticuerpos necesarios que permitan bloquear la entrada del virus, y provoquen la respuesta de memoria que garantice inmunidad protectora en el tiempo. “En principio, la idea es emplear este método para el desarrollo de una vacuna de tipo sistémica, que podría aplicarse por ejemplo de manera intramuscular como es el caso de las que se han obtenido para COVID-19, pero evaluamos también la posibilidad de hacerlo en una vacuna mucosal, es decir las que se aplican en mucosas ya sea de manera intranasal o vía oral”, comenta Docena.
Si bien los equipos aunaron esfuerzos para contribuir en la lucha contra la COVID-19, los antecedentes de colaboración entre ambos datan desde 2018. Para el caso del coronavirus, sumaron capacidades referidas al desarrollo y optimización de inmunoterapias para enfermedades inflamatorias e infecciosas; sistemas biológicos, patologías y métodos para evaluar la inmunidad generada por las vacunas; y sistemas basados en tecnología de nanopartículas. “Lo que proponemos es encapsular las proteínas virales en nanopartículas construidas mediante ensamblado molecular. Lo que hacemos es diseñar bloques de construcción de manera tal que al ponerlos en una solución se ensamblan espontáneamente formando una nanopartícula”, cuenta Azzaroni, y continúa: “Las características de este tipo de ensamblados hacen que sea posible encapsular diferentes elementos biológicos de manera relativamente controlable, lo que tiene potencial interés en el desarrollo de vacunas”.
En el camino por desarrollar la vacuna, se encuentran estudiando distintos protocolos de administración para implementar durante la etapa de experimentación en animales, y estudiando las respuestas inmunes inducidas. “Una vez que encontremos las condiciones experimentales para inducir la mejor respuesta inmune, y caractericemos estos anticuerpos, pasaremos a la fase de análisis de la eficacia de la vacuna en el modelo experimental. De esta manera administraremos la vacuna a los animales y luego la desafiaremos con el SARS-CoV-2 para evaluar el grado de protección conferido mediante la vacunación. Esperamos poder concluir estas etapas durante el transcurso de 2021, para luego evaluar la posibilidad y condiciones de pasar a fases clínicas”, explica Docena.
La experiencia acumulada a lo largo de la pandemia indica que la única salida posible es a través de la vacunación. Si bien existen decenas de vacunas que se encuentran en ensayos clínicos, hasta el momento solo siete, obtenidas en tiempo récord, fueron aprobadas a lo largo del planeta para su uso de emergencia, y la demanda a nivel mundial es imperiosa y creciente. En este contexto, el desarrollo de vacunas nacionales cobra especial dimensión para lograr el control de la circulación del virus y el progreso de la enfermedad.
“Por cómo ha avanzado la vacunación, estamos observando que los casos están disminuyendo en muchos países, lo que hace pensar que en un tiempo prudencial la pandemia podrá comenzar a ser controlada. Sin embargo, sabemos que esto no será fácil, que estamos en una encrucijada que tiene que ver con la producción y la logística de las vacunas, y que hasta no inmunizar a un 70 u 80 por ciento de la población no alcanzaremos el denominado efecto rebaño, que permitirá controlar el avance de los contagios y de la enfermedad. Este proceso se extenderá durante todo 2021, y probablemente parte de 2022, por lo que es importante que se puedan utilizar numerosas vacunas. Tampoco sabemos cuán duradera será la inmunidad conferida por estas, ni si se requerirán dosis de refuerzo anuales y/o regionales, lo que dependerá de la aparición de nuevas variantes virales. Estos factores determinan que este proceso probablemente se sostenga en el tiempo”, puntualiza Docena.
En esa línea, el experto destaca que “es importante considerar que en nuestro país se están llevando adelante distintos proyectos para el desarrollo de vacunas contra la COVID-19. Sabemos que estos procesos dependen ampliamente de las capacidades de los grupos de trabajo, pero fundamentalmente de la financiación. Todos los proyectos en Argentina se encuentran en la fase preclínica, es decir en modelos animales, y con amplias posibilidades de poder comenzar en el 2021 los ensayos clínicos en individuos sanos voluntarios”.
Cabe destacar que el proyecto platense cuenta con la colaboración de equipos científicos del Centro de Investigación y Desarrollo en Fermentaciones Industriales (CINDEFI, CONICET-UNLP), el Centro de Investigaciones Cardiovasculares “Dr. Horacio Eugenio Cingolani” (CIC, CONICET-UNLP), y el Instituto de Química y Fisicoquímica (IQUIFIB, CONICET-UBA).
Fuente: CONICET La Plata.