Son del tamaño del cóndor andino, pero no son muy conocidas porque pasan gran parte del tiempo en altamar y sus colonias reproductivas se ubican en sitios remotos. En diálogo con Citecus, el biólogo marplatense Marco Favero describe las características de estas aves, explica las causas por las que están amenazadas con la extinción y habla de los esfuerzos nacionales e internacionales para su conservación.
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
“Uno habla de albatros y para muchos es un abstracto”, cuenta a Citecus Marco Favero, doctor en Ciencias Biológicas, investigador del CONICET y director del grupo de Vertebrados del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC), del CONICET y la UNMdP.
No obstante, reconoce que estas aves marinas de gran porte, sobre todo algunas especies más abundantes en nuestras aguas como el albatros de ceja negra, se pueden acercar a la costa en época invernal, en particular en días de sudestadas o fuerte viento.
Existen 22 especies globalmente reconocidas de albatros. Un albatros de ceja negra tiene más de 2 metros de envergadura –cerca del doble que una gaviota– y un albatros errante llega a los 3,30 metros, similar a un cóndor. “Son las aves marinas voladoras más grandes del mundo”, subraya el biólogo.
Se trata de predadores tope muy longevos que pasan mucho tiempo en el mar. “Eso favorece que aprendan a aprovechar cualquier recurso extra de alimento, como el que les puede dar un barco pesquero. En el mar, el alimento puede ser impredecible espacial y temporalmente para cualquiera de estos predadores. Si bien tienen herramientas para ubicar alimentos –como la vista, el olfato, el aprendizaje– aprenden rápidamente a seguir barcos de pesca y aprovechar subproductos de esta actividad que son más predecibles”, describe Favero.
“Los barcos de pesca liberan por la borda el procesado de la captura –continúa–, o también suelen descartar tallas o especies que no son comerciales, un recurso que es aprovechado por las aves y otra fauna marina. Si bien estos recursos pueden ser rápidamente entendidos como un beneficio en términos de subsidio alimentario, en realidad cualquier beneficio de ese tipo es contrarrestado por un problema que es la mortalidad incidental. En el intento por aprovechar estos recursos, estos animales colisionan con las embarcaciones, se enredan con las redes, se enganchan con los anzuelos. Y esa mortalidad es por lejos la mayor amenaza que los albatros sufren actualmente en el mar”.
Especies amenazadas
En esta línea, Favero advierte que estas aves marinas se encuentran amenazadas a escala global. ¿Por qué es un grupo de aves particularmente amenazado? “Porque tienen una historia de vida muy particular. Un albatros de gran porte puede vivir 60 o 65 años. Hace poco llegó un reporte de un albatros de 70 años de edad, aun reproduciendo, en el Pacífico Norte. Sin embargo, se trata de poblaciones con una productividad muy baja. Ponen solo un huevo por temporada. Si bien algunas especies reproducen todos los años, otras lo hacen dos veces cada tres años o incluso año por medio, porque el período reproductivo es muy largo y ocupa buena parte del año”, detalla el especialista.
A esta baja productividad, se suma que cuando los ejemplares juveniles abandonan sus nidos, pueden tardar entre diez y quince años en madurar y llegar a la edad reproductiva. “Pasan mucho tiempo en el mar como juveniles y cualquier efecto que aumente la mortalidad, en esos años en que todavía no producen para la población, tiene efectos muy negativos sobre las poblaciones”, señala.
En paralelo, Favero resalta que “el Atlántico sudoccidental y las aguas argentinas son globalmente muy importantes para los albatros como sitio reproductivo, de alimentación y de migración”.
“El albatros de ceja negra, la especie más abundante en nuestras aguas, tiene una población reproductiva de más de medio millón de parejas en las islas Malvinas. No es una colonia única. Está distribuida en un número de colonias ubicadas en pequeñas islas del archipiélago. Otras especies tienen colonias reproductivas en las islas Georgias del Sur. Generalmente, los sitios reproductivos son subantárticos, con excepción de tres especies que reproducen en el Pacífico central y norte, en Hawái, islas de Japón e islas Galápagos”, explica.
Asimismo, el especialista indica: “Todas las especies que reproducen en islas subantárticas, se dispersan en invierno hacia bajas latitudes. El albatros de ceja negra, que reproduce en Malvinas en invierno, puede moverse a aguas argentinas, e incluso llegar hasta Uruguay y el sur de Brasil. Los que se reproducen en Georgias del Sur pueden migrar hacia el sur de Sudamérica o hacia Sudáfrica y Namibia, y algunas especies o poblaciones prefieren mantenerse en aguas productivas alrededor de la Antártida”.
Trabajos para la conservación de los albatros
El biólogo marplatense viaja a la Antártida desde 1987, cuando comenzó a realizar estudios sobre aves marinas en ese continente. Desde el 2000 realiza trabajos de gestión para la conservación de biodiversidad, en el marco del Acuerdo sobre la Conservación de Albatros y Petreles (ACAP) y la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), comisión que es parte del Sistema del Tratado Antártico. Argentina es parte de ambos instrumentos multilaterales.
“Mi interés en los albatros tuvo que ver con un problema de conservación importante que surgió internacionalmente a mediados de los 90 y llegó a Argentina unos años más tarde. En colaboración con el INIDEP, Ambiente y Pesca entonces comenzamos a trabajar en aspectos relacionados con la mortalidad incidental de los albatros (y otras aves marinas) en pesquerías comerciales. Esto también llevó a la elaboración del Plan de Acción Nacional para reducir la interacción de aves con pesquerías, que Argentina adoptó en 2010 como una herramienta para ordenar las acciones de conservación en el ámbito nacional”.
Asimismo, Favero remarca que “los albatros son el estudio de caso al tratarse de un grupo muy amenazado”, pero aclara que “muchas cuestiones que investigamos sobre albatros y otras aves marinas son aplicables a otras especies marinas”.
“Lo que procuramos, usando a las aves marinas como herramienta, es promover mejores prácticas pesqueras y la aplicación del enfoque ecosistémico en la administración de pesquerías, es decir que el manejo de estas considere los impactos o efectos sobre el ecosistema en la toma de decisiones”, asegura.
En este marco, Favero comenta que no solo realizan investigaciones desde el CONICET y la UNMdP, sino que también trabajan de manera coordinada con distintos organismos e instituciones. En este sentido, indica: “Colaboramos con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, con ministerios provinciales, con la Subsecretaría de Pesca de la Nación, y con el Ministerio de Relaciones Exteriores, porque se trata de temas donde la cooperación nacional e internacional es muy importante”.
“Un albatros que se reproduce en cualquier isla subantártica, puede fácilmente alimentarse en aguas de otro país o jurisdicción. Por lo tanto, es imprescindible desarrollar y aplicar medidas de conservación que trasciendan las fronteras, y que se apliquen de manera coordinada a escala internacional. Es crucial la colaboración y la interacción con otros países”, concluye.
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