Alberto Rojo alimenta cada día su curiosidad por la ciencia y el arte y comparte esa pasión desde una faceta divulgativa. En diálogo con Citecus, el físico argentino cuenta cómo conviven esas actividades en su vida, relata su encuentro con Borges y recuerda su amistad con Mercedes Sosa.
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
El niño tiene en sus manos una taza con café con leche caliente. Para poder beber esa infusión, le dice a su madre que la va a pasar a otra taza para que se enfríe. ¿Por qué se enfría?, pregunta la madre. En ese momento, a los 7 u 8 años, en su casa en Tucumán, Alberto Rojo fue invitado por su madre a explicar un concepto físico, sin comprender mucho de qué se trataba.
Su padre era filósofo de la ciencia y le interesaba la física. Fue entre los 9 y los 11 años cuando le explicó a su hijo la teoría de la relatividad. Fascinado con esas ideas y la explicación, un domingo en la casa de su abuela quiso desarrollar la teoría ante su tío y, en ese momento, descubrió que no la había entendido. Era una historia reveladora para él, que lo fascinó sin haberla comprendido. “Lo que me comunicó mi viejo es que detrás de esa fascinación hay algo muy profundo para entender, que mi vida iba a ser incompleta si no entendía eso o, por lo menos, si no me aventuraba en la empresa de entender”, recuerda. Esas anécdotas marcaron su curiosidad. Ese estímulo sería la piedra fundamental para su elección de una carrera científica. A los 11 años, realizó un test vocacional antes de comenzar sexto grado y escribió que quería estudiar física.
Del mismo modo, desde muy joven lo cautivó la música. Sus tías lo acercaron al folklore y su padre a la música clásica y el tango. También a los 11, la música fue un gran imán. “Era algo que para mí era lindo, que sonaba bien, pero de pronto sentí que era algo que me emocionaba entero. Lo sentí con la música y también lo vivía con la curiosidad por entender, por aprender más cosas. Supongo que mis padres me arengaban con eso. Fueron creciendo en mí en paralelo. Yo descubrí después que no son dos cosas distintas, que tienen una unidad y que el universo no se organiza como las universidades. Uno clasifica las cosas, esto está en este edificio, esto en otro. Pero en la realidad íntima el arte y la ciencia son partes de una misma cosa, de la búsqueda de la verdad, de la búsqueda de la emoción, de la búsqueda de formas de hacer el bien”, señala.
Ciencia y arte, arte y ciencia lo han acompañado desde entonces como dos actividades ineludibles por el científico y artista argentino. “Tuve el privilegio de tener unos padres que me estimularon mucho la curiosidad desde muy chico y yo creo que los científicos y los artistas somos niños que no dejamos de hacernos las preguntas que nos hacíamos de chicos. La educación que recibí de mis viejos es, más que enseñar cosas, preservar esa curiosidad. No enseñar el error. Muchas veces, sin darnos cuenta, corregimos más que dejar que esa creatividad se despliegue. Después laburé yo por mi cuenta, pero los primeros años son cruciales”, cuenta a Citecus Alberto Rojo, doctor en Física, docente e investigador de la Universidad de Oakland, músico y divulgador científico.
La ciencia en lenguaje cotidiano
Durante la pandemia, Rojo juntó algunas de sus pasiones, la ciencia y la divulgación, y desde su casa en Estados Unidos creó el ciclo “Física en cuarentena”, cuyos videos los sube a su canal de Youtube. La divulgación es una de las tareas que más disfruta. Ha publicado libros como La física en la vida cotidiana (2007), El azar en la vida cotidiana (2012) y Borges y la física cuántica (2013). Ha escrito cientos de artículos en diversos medios y ha sido productor y conductor de ciclos audiovisuales como “Micros de física” y “Artistas de la ciencia”, ambos emitidos por Canal Encuentro.
-¿Qué lugar ocupa la divulgación científica en tu vida?
-En estos últimos años, mucho. Con mi laburo de divulgación, como soy un divulgador del estilo de los que trabajan en los temas que divulgan, me salen trabajos porque se me ocurren cosas cuando estoy haciendo divulgación. Entonces, publico papers de temas que son científicos, pero que derivan de haber empezado tratando de contar la historia de la física a un público no científico. Dentro de mi laburo como físico, la divulgación es más del 50 por ciento.
-¿Qué valor tiene para vos acercar el conocimiento científico a la comunidad?
-Para mí es fundamental por muchos sentidos. Desde una perspectiva personal, entre los 12 y los 15 empecé a leer a los divulgadores y a mí me cambió mucho. Los textos que más me influyeron de joven fueron los de los grandes divulgadores. En el fondo, siento que le estoy escribiendo a ese chico de 14 años que era yo y que le estoy contando mi propia versión de esas historias.
Por el lado de misión hacia la sociedad, me parece que es importantísimo comunicar la idea de que la ciencia es la manera de descifrar la verdad. Hay verdades personales, que son las verdades de tu intimidad, de tus experiencias y que se aplican para la intimidad espiritual de cada uno, y hay verdades universales. Eso que llamamos verdades universales, que conocemos en parte pero que conocemos bastante, eso es la ciencia para mí. Hay que comunicar eso. Trato de hacerlo con delicadeza porque los intentos que hice de refutar pseudociencias fueron tomados como agresivos en algunos casos, cuando no era mi intención. La distinción fundamental para mí entre lo que es una verdad íntima, una verdad personal, y una verdad de alcance colectivo y universal es importante. Y para eso está la ciencia y están los divulgadores, para mostrar que hay cosas que las aceptamos como verdades y que no son las mismas verdades que aquellas de “siento que”, “intuyo tal cosa” o “me pasó tal cosa y fue por las estrellas”. Bueno, te pasó, no lo cuestiono. Pero no podemos extender eso o extrapolar eso a una verdad sobre el mundo.
–Desde tu experiencia, ¿cómo llevás adelante la práctica divulgativa?
-Para mí divulgar es contar lo maravilloso que es entender. En el caso de la física, se ha sofisticado tanto el nivel de comprensión que tenemos de los fenómenos, que necesitamos en muchos casos una lógica compleja, instrumentos para entender los detalles cuantitativos, necesitamos la matemática avanzada en muchos casos. El desafío para mí es decir que un fenómeno es súper importante, es sutil, es interesantísimo y además nos ha cambiado la vida. La versión tecnológica de ese fenómeno ha hecho que ahora tengamos un nivel de vida, de confort, de alegría, de comunicación. Estamos hablando de manera remota e instantánea con una tecnología que cuando yo era chico era ciencia ficción. Y ahora es una cosa completamente naturalizada. La cantidad de patentes que hay involucradas en esta tecnología que estamos usando ahora es enorme. Entonces, contar esas historias para mí es importante y el desafío es cómo intereso a alguien. El cómo es un desafío comunicacional, un desafío del arte de exponer ideas. Y cómo le dejo a la otra persona el interés que a mí me provocó y un nivel de comprensión que es distinto que el que tenía antes de ver mis videos o leer mis textos. Con eso creo yo que hice un aporte al nivel de conocimiento de la sociedad. Ese es mi objetivo. La cultura te mejora la vida, te mejora la mente. Trato de divulgar dentro de lo que he aprendido y como me he educado, trato de contribuir a una mejora del nivel educativo.
-También mezclaste pasiones. Por ejemplo, en un ciclo televisivo hablás de ciencia y arte.
-Sí. Yo ya me consideraba artista en el sentido de que dedicaba parte de mi tiempo, mi interés y mi respeto por el arte visual y la música. Y encontré que, en efecto, la física no está separada del arte en la construcción misma de las teorías. La ciencia también es una obra de arte en el sentido de que refleja la manera en que los humanos pensamos y tiene toques personales. O sea, la teoría de la relatividad podría haberse descifrado de otra manera, pero hoy la entendemos de la manera en que Einstein la propuso y esa es la manera en que avanzó. Es cierto que dicen que el arte es distinto de la ciencia porque si Beethoven no hubiese existido no tendríamos “La Patética” ni el “Claro de Luna”, tendríamos otras obras. Sí, es cierto. Pero también si Newton no hubiese existido, si Galileo no hubiese existido, la estructura de la ciencia hoy, el camino de descifrar los misterios, hubiese sido distinto. Tendríamos otras prioridades sobre nuestra visión de lo que es el calor, sobre la entropía. Tendríamos otras terminologías, otro conjunto de descubrimientos. Y la tecnología quizás hubiese ido por otro lado. Tendríamos una versión del Zoom, pero quizás tendríamos otras cosas. Está el mundo, que es el mismo. O sea, las estrellas iban a ser las mismas. Pero nuestra visión y qué hubiésemos hecho con lo que tenemos en la Tierra hubiese sido distinto si las personas hubiesen sido distintas. Entonces, la creación de las teorías científicas está informada por nuestros sentidos y por los criterios estéticos de los que las construyeron. Las teorías muchas veces se guían por una preferencia de belleza, una búsqueda de simetría, una búsqueda de elegancia. Eso es lo que a mí me gusta enfatizar. Después tenés que hacer el experimento y tiene que funcionar, pero lo que te guía hacia la búsqueda de cuál teoría elegís es un criterio subjetivo, y que después funciona en muchos casos, y eso es lo misterioso también. O no es misterioso y la persona nos está diciendo “esa es la manera que tengo de verla”.
Un encuentro inolvidable
Alberto Rojo recorre la biblioteca infinita, que algunos llaman universo, fascinado con los libros que observa en los anaqueles. Su admiración por Jorge Luis Borges es tan grande que dedicó un libro a contar de qué manera los textos del gran escritor argentino presentan conceptos de física cuántica. Durante la charla, el nombre de Borges se filtra en varias oportunidades.
Debe ser porque lo lee desde muy chico. Debe ser porque fue contemporáneo a las publicaciones de Borges en sus últimos años. Debe ser porque leyó El libro de la arena y La rosa profunda poco después de sus lanzamientos. Debe ser porque mientras estudiaba física en el Instituto Balseiro en Bariloche descubrió que los científicos lo citaban. Debe ser porque allí cambió su manera de leerlo y encontró que en “El jardín de los senderos que se bifurcan” se anticipa literalmente a una teoría de la física cuántica. Debe ser porque el azar jugó a su favor y tuvo la gratitud de conocer al escritor.
Fue el 9 de julio de 1985 en el comedor del hotel Dorá de Buenos Aires. Sus padres paraban en ese hotel y se encontraron con Borges en el comedor, mientras cenaba con Estela Canto. Se acercaron con su padre a la mesa y Borges aceptó con gusto conversar con ellos. Fue un encuentro que tuvo la perspicacia y la ironía borgeana a la carta. Los Rojo aprovecharon la oportunidad para hacerle preguntas. Su padre, admirador de Ortega y Gasset, tomó la iniciativa y le preguntó por el filósofo español. “Ah, sí. Lo conocí cuando vino a la Argentina y me pareció cero”, respondió. Su padre también le consultó por qué escribió tanto sobre Dios si él no creía en Dios. “Ah, pero yo también escribí mucho sobre el minotauro”, respondió Borges con agudeza.
Alberto se animó a intervenir en la conversación y le comentó que los físicos lo citaban mucho. Frente a esas palabras, el escritor respondió: “¡Qué raro! Yo lo único que sé de física es lo que mi papá me enseñó cuando me explicó cómo funcionaba el barómetro”. Alberto reafirmó que era cierto, que los físicos citaban sus textos. “¡Qué imaginativos los físicos!”, exclamó Borges, quien contestó todas sus consultas y al final de la charla quería más preguntas. Tras el intercambio, se sacaron una foto con Borges y lo acompañaron caminando hasta su departamento.
Ese encuentro que tuvo a sus 25 años, Alberto Rojo lo guarda con mucho cariño. “Habrá sido de una hora, pero lo recuerdo mucho. Cada vez que lo cuento le aumento cinco minutos. Fue alucinante”, rememora el físico y reconoce: “No tenía mucho más para decirle, me hubiese gustado tener más preguntas para hacerle”.
Su admiración es total. “Su literatura me ha cambiado tanto la vida, y me la sigue cambiando, para mí es el argentino con mayor impacto cultural por lejos en el mundo”, afirma y agrega: “Esa historia la atesoro para mis nietos. Para mí fue uno de los regalos de la vida”.
-¿Cómo se presenta la ciencia en los textos de Borges?
-Él tiene una actitud que es única ante la ciencia, que no la tienen la mayoría de los grandes escritores, que es el desparpajo de la ciencia. No tenía la envidia del tubo de ensayo que tienen la mayoría de los escritores que toman a la ciencia como “uh, qué difícil” y van y buscan fenómenos para enriquecer la iconografía de su literatura, más que pensar las cosas por su cuenta. Borges en el fondo no sabía nada de física, o por lo menos me lo dijo así cuando tuve ese encuentro circunstancial con él. Si bien había leído mucho de divulgación de matemática, no tenía lecturas de física. Pocas veces cita a Newton. En “El jardín de los senderos que se bifurcan” lo cita una vez. Sin embargo, cita mucho a Cantor, a Zenón, las paradojas del infinito y demás. Entonces, él fue un escritor de ideas que pensó las cosas por su cuenta, pero con un nivel de rigor y de lirismo que son tan profundos que desembocan en predicciones o en explicaciones. De hecho, “Del rigor en la ciencia” es un texto que está tomando de Lewis Carrol en el fondo, pero Borges lo mejora. Habla del mapa de un imperio que tiene el tamaño de una provincia, pero como no es perfecto, lo hace más grande. Hace el mapa del imperio del tamaño del imperio. Pero un mapa del imperio que tiene el tamaño del imperio no sirve para nada porque es perfecto, 1 a 1. Entonces, el mapa está en ruinas. Ahí está ridiculizando un poco a la física me parece a mí. Está haciendo una especie de burla hacia la ciencia. Con esa actitud en el fondo lo que hace es mejorar nuestra visión del mundo. La idea de descifrar el universo desde la literatura siempre está en él. La duda metódica, digamos. Yo dudo de todo, voy a hablar sobre cómo pienso yo las cosas. Yo veo una analogía medio remota pero pertinente en Wittgenstein. Uno de sus libros más influyentes es el Tractatus logico-philosophicus, que lo leí por influjo de mi viejo. Es un texto súper influyente que después él revisa, pero que lo pensó todo por su cuenta. En el prólogo dice esto, capaz que ya alguien lo pensó, yo no me fijé en la literatura. Si alguien lo pensó, ok. Pero yo lo voy a escribir igual porque lo pensé por mi cuenta sin haber leído nada del tema. Y se arma un texto que es monumental. Borges hacía una cosa parecida, él pensó las cosas por su cuenta.
-¿Por qué es tan citado por la comunidad científica?
-Porque hay un punto en que la física funciona, pero no sabemos bien por qué, o por lo menos la matemática funciona y no sabemos bien por qué. El caso más elocuente es la física cuántica, pero hay otros casos. Hay cosas de la matemática que las hacés y funcionan. Hacés experimentos, hacés licuadoras y hacés teléfonos, y funciona. Pero te quedás sin palabras al expresar tanto tu sentido de maravillarte por lo que ocurre como en la descripción. Entonces, en esos puntos, donde el lenguaje es limitado, donde nos quedamos sin palabras, es donde intervienen los grandes poetas. Los poetas son los que avanzan sobre los límites del lenguaje, los que dan pasos hacia la expresión de lo inexpresable. Y ahí Borges es el que más lo logra. Además, es un poeta de ideas, que combina como nadie el lirismo con la precisión. Siempre digo que para encontrar un artista parecido hay que ir a Bach. Bach tiene cosas que son súper intrincadas desde el punto de vista geométrico, invierte, traslada, traspone, todas las operaciones matemáticas. Tiene una estructura ingenieril, pero a la vez te conmueve, te emociona. Y Borges tiene eso. Tiene una profundidad de ideas, pero a la vez no tiene esa aridez del texto de ideas puras. Es sumamente lírico, emocional. A mí me emociona. Entonces, esa combinación del lirismo con la precisión hace que los científicos se sientan atraídos por ese rigor y, a la vez, por la espiritualidad y el sentimiento que también buscamos. Es impresionante cómo lo citan, cómo todos los físicos lo han leído, lo conocen y lo admiran.
Mercedes, amistad y música
Una de las grandes experiencias de vida de Alberto Rojo fue haber grabado con su amiga y coterránea Mercedes Sosa. Fue a verla a Toronto y gestó el primer encuentro con la destacada cantora argentina. “Después se generó una amistad que para mí fue impensada y hoy me resulta medio una ficción”, confiesa.
El guitarrista grabó canciones a dúo con Mercedes y la acompañó en escenarios importantes del mundo. Como solista, editó cuatro discos, uno de ellos, Para mi sombra (2003), producido por Pedro Aznar y con la participación de Charly García en el tema “Desarma y sangra”. En Tangentes (2009) cantó “Ni Si Ni No” a dúo con la propia Mercedes.
“Una de las canciones que grabé con ella es ´Chacarera del fuego´, que la compuse en Bariloche cuando estaba estudiando electromagnetismo. Tenía 23 años. Andrea me dice que estaría lindo que la cante Mercedes Sosa. Le digo: ´Sí, obvio. También sería lindo tocar con Paul McCartney´. Era una fantasía total. Y 20 años después la grabé con ella. La vida me dio una sorpresa enorme porque jamás hubiese soñado eso”, asegura. La canción formó parte del disco Corazón Libre, editado por Mercedes Sosa en 2005. También acompañó a Mercedes en “Canción de las cantinas” que forma parte del disco Cantora 2 (2009).
Sobre el legado de Mercedes, Rojo destaca que “su música ha tenido un impacto enorme” y que “tenía una voz mágica”. Y agrega: “A veces la gente me habla de Mercedes Sosa en Estados Unidos, personas que me encuentro en algún lugar, y como no saben mucho quién soy, a veces ni siquiera les digo que toqué con ella porque no me van a creer”.
Ciencia, azares y divulgación
A la vez que alimenta su curiosidad por los mundos de la ciencia y el arte, Rojo comparte esa pasión desde una faceta comunicacional en libros, documentales, videos en redes sociales y artículos en medios de comunicación. A lo largo de sus trabajos divulgativos, ha acercado el conocimiento científico a la comunidad y para ello ha recurrido a fenómenos que se producen en nuestro día a día.
-¿Cuál es el lugar de la física en la vida diaria?
-La física es la descripción del mundo. Todo fenómeno es descriptible por el lenguaje de la física. Todo. La física es la descripción del mundo y el mundo está en todo momento. Una cosa es pensar lo que expresé y otra que las leyes de la física gobiernan los fenómenos. Cuando uno dice eso, está pensando de alguna manera con una mentalidad religiosa, como que uno está buscando las leyes, y uno no busca las leyes. Las leyes las construye uno. Son maneras que tenemos los humanos para clasificar las regularidades del mundo. El que está ahí es el mundo y nosotros lo describimos.
-¿Y el azar? ¿De qué manera se manifiesta?
-Escribí un libro porque es uno de los conceptos en los que más nos equivocamos. El azar está presente prácticamente en todos lados. Por detrás de los fenómenos de nuestra vida hay una serie innumerable de causas a las que no tenemos acceso, si bien el mundo es causal. Todo fenómeno de la vida contiene elementos azarosos. La vida, en el fondo, es un juego de azar. Entonces, hay algunas cosas que tienen mayor probabilidad que otras de ocurrir. Hay una que tiene ciento por ciento hasta ahora, que nos vamos a morir aparentemente es un hecho. A pesar de que, como dice Borges, las evidencias de la muerte son estadísticas y todo ser humano corre el albur de ser el primer inmortal. Es cierto, son estadísticas. No hay una demostración de que no pueda haber un inmortal, pero es una certeza. Cuándo va a ocurrir, es un elemento azaroso. No tenemos acceso a eso. Si bien es posible que, si conocemos todas las causas, sepamos exactamente cuándo va a ocurrir ese hecho. Que mañana va a salir el sol, también es un hecho de evidencia ciento por ciento. Pero el resto tiene un componente azaroso, algunos mayores que otros. Está bueno analizar de qué manera ese azar ha sido también sujeto de la matemática, a pesar de que ha llevado muchísimo más tiempo que la geometría, la aritmética. La teoría matemática del azar ha llevado mucho más tiempo, se ha formalizado en el siglo XX. Muchas veces juzgamos al azar de manera errónea. Se puede poner evidencia en ejemplos sencillos y eso es lo que hice en el libro.
-El docente, el investigador, el divulgador, el músico y el escritor. ¿Cuál de todas esas facetas no podría faltar en tu vida?
-No sé. Yo hago todas y no abandono ninguna. En un momento, cuando ya había hecho mi carrera de físico, Mercedes Sosa me insistía para que me dedique a la música y que vaya a Argentina con su manager. Lo pensé, pero no podía dejar de hacerlo. Por ahora son como hijos que forman una unidad. Es como que cantar o tocar. Por ahora no dejo ninguna.
A la par de su labor como profesor e investigador en la Universidad de Oakland, para este año tiene prevista la publicación del libro La física en la vida cotidiana 2. Su próximo trabajo musical será una obra sobre la historia de la física en canciones. Está muy contento con su proyecto “Física en cuarentena”, que ha recibido muy buenos comentarios del público y de colegas, y analiza producir algún contenido relacionado para la TV argentina. También dedica su tiempo a la pintura, una actividad que le gusta mucho.
Ciencia, arte y divulgación son tres elementos centrales en su vida y forman una unidad que no sería la misma sin uno de esos elementos. Es una muestra de que su curiosidad, la misma que tenía de joven en Tucumán, sigue intacta y que busca despertar esa curiosidad en los demás. En el fondo, Alberto Rojo es un científico y un artista que no deja de hacerse las preguntas que se hacía cuando era niño.
Foto principal: Telam.
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