El antropólogo social e investigador del CONICET, Gastón Julián Gil, estudia esta práctica deportiva y la comunidad en torno a esta. En diálogo con Citecus, explica por qué esta actividad puede ser considerada un estilo de vida.
El running es una de las actividades más populares del mundo. Quienes la llevan a cabo entrenan a diario o varias veces a la semana. Solos y solas o en grupos. En la costa, en las calles, en las plazas, en los parques y hasta en la playa.
Participan de competencias multitudinarias, en escenarios urbanos o con paisajes imponentes de fondo, junto a grupos de colegas o amigos que comparten la pasión por el mismo deporte.
Si bien es un deporte individual, muchos de quienes lo practican lo hacen de modo grupal, es decir, comparten con sus pares entrenamientos, viajes, competencias y momentos fuera del deporte.
El doctor en Antropología Social, Gastón Julián Gil, desde hace años practica running y ha participado de carreras de aventuras. Su interés por este deporte lo motivó a pensar en clave autoetnográfica cómo funciona el mundo del running y su comunidad.
A partir de sus experiencias personales y académicas observó la dimensión social de esta práctica deportiva y las interacciones entre quienes la realizan. Así surgieron sus investigaciones sobre el running como estilo de vida en el mundo contemporáneo. En esta línea, el año pasado publicó el libro Terapia de la felicidad. Etnografía del running en la Argentina contemporánea.
“Salir a correr no es lo mismo que ser un runner”, señala a Citecus Gil, quien se desempeña como investigador del CONICET en el Centro de Estudios Sociales y de la Salud (CESyS) de la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social de la UNMdP, y docente de la misma facultad.
“Ser un runner incorpora la identidad –continúa el antropólogo–, pero además la adhesión a una serie de rutinas, rituales, jergas, representaciones, proyectos deportivos, que son mucho más que proyectos deportivos, y un proyecto de vida en general. Frente a gente que, en este caso como yo y muchos otros, atraviesa superficialmente algún grupo de entrenamiento o participa en carreras, que ´simplemente sale a correr´”.
-¿Por qué el running puede ser considerado un estilo de vida?
-Es un estilo de vida en el sentido de que los actores que se involucran en esas actividades implican la adhesión a una serie de preceptos éticos y estéticos realmente muy densos y que, en general, suelen ser transformadores en cuanto a la manera de experimentar la vida, concebirse a sí mismos, representarse la propia identidad, la de los otros, y configurar en torno a eso un proyecto de vida.
-En algunos de tus trabajos hablás del running como una actividad de ocio serio. ¿Qué es lo que convierte a esta actividad en ocio serio?
-Cuando hablo de ocio serio, una categoría ya trabajada en ciencias sociales hace tiempo y que la adoptaron algunos investigadores ingleses en referencia al running, tiene que ver sobre todo con un tipo de running. Con ese tipo de runner al que la incorporación de ese estilo de vida le genera una serie de transformaciones en su cotidianidad que son realmente significativas en cuanto a cómo se viste, el ejercicio que hace, la gente con la que se reúne, los horarios a los que se acuesta, lo que come y hasta los temas de los que habla. A eso nos referimos cuando hablamos de estilo de vida de un runner.
La diferencia con alguien que yendo a esas carreras, o incluso haciendo buenas performances atléticas, no es un runner es que no se ve como un runner, sobre todo porque no comparte ese universo tan particular que es el colectivo del running, que está compuesto por grupos de entrenamiento, entrenadores, emprendedores, organizadores de carreras, organismos estatales cuando organizan competencias, ONGs, etc. Es un colectivo muy complejo, donde además las redes sociales, otro costado fundamental en la configuración de este estilo de vida, cumplen un papel central. Difícilmente podríamos pensar el running, con las características que tiene como estilo de vida, sin las redes sociales.
-¿Cuánto han motorizado las redes sociales este auge o boom del running?
-La difusión global del running es relativamente independiente del fenómeno de las redes sociales. En los centros mundiales es incluso anterior. Pero de lo que sí no hay duda es que las redes sociales le han otorgado hoy un componente que es indisoluble. Una forma de pensar el papel de las redes sociales es como actores dentro de ese universo –actores no humanos como dice Latour–, que son claves porque hay una asociación, un enrolamiento constante entre estos actores humanos –que son los que corren– con esas redes que permiten no solo la conexión entre distintos corredores, el acceso a información, sino sobre todo un aspecto central, que la identidad runner y ese ocio serio se construyen hoy fundamentalmente en la redes sociales.
Las redes sociales son un lugar extraordinario de expresión de las identidades de los corredores y sobre todo de este estilo de vida que no podría pensarse, en los términos en que está estructurado hoy, sin esas redes sociales.
-También hablás de dos tipos de grupos de running: los apolíneos y los dionisíacos. ¿Qué caracteriza a cada uno de ellos?
-Como una simplificación casi didáctica, como una excusa para iniciar, tomé esas dos viejas categorías del pensamiento antropológico, que son las sociedades dionisíacas y apolíneas de la Escuela de Cultura y Personalidad, para plantear como formulación inicial dos modos complementarios y, en cierta medida, opuestos de experimentar la pasión del running. Pero como una forma de mostrar una de las claves que explican la difusión global de este estilo de vida, que es esa amplísima capacidad de interpelación, en el sentido de que es un estilo de vida que ofrece un proyecto potencial para cualquiera.
Entonces, al plantear esta idea de corredores apolíneos y corredores dionisíacos, muestro por ejemplo que en uno de esos grupos (“el apolíneo”), que es donde corren precisamente los atletas olímpicos y donde muchos de sus atletas aficionados se la pasan haciendo podios y teniendo actuaciones muy destacadas para atletas aficionados, tenían una forma de adhesión que responde a estos parámetros más duros del ocio serio. Eventualmente hasta la vida laboral puede estar organizada en torno a los compromisos afectivos y puntuales con este estilo de vida: los viajes, personas con las que uno se junta, lo que se come, lo que se deja de comer, lo que se deja de consumir, como alcohol. Un corredor serio apolíneo difícilmente consuma alcohol. Puede haber alguno, pero son cuestiones casi excluyentes. La idea de mostrar ese otro grupo de entrenamiento más dionisíaco no es un extremo porque todos forman parte de ese mismo estilo de vida, comparten toda una serie de representaciones, de concepciones sobre la vida, de la vida sana, sobre todo de la felicidad. Por eso a mi libro le puse Terapia de la felicidad. No es que lo sea, sino como los propios actores lo sienten. Y en general lo logran. Eso es lo interesante. Es decir, buscan la felicidad y en el correr la encuentran.
-¿Hay una satisfacción en la práctica de running?
-Va mucho más allá de la satisfacción. Es una terapia para ser felices. Tanto actores en la forma de apropiación apolínea, que a mí no me podría hacer feliz por ejemplo, como en la forma de apropiación dionisíaca, que se parece bastante a como yo vivo la vida en general, el running ofrece un proyecto factible y exitoso. Entonces, lo que mostraba es cómo en un grupo de entrenamiento (“el dionisíaco”) sus miembros difícilmente puedan ser encuadrados en un ocio serio, aunque sí pertenecen a un ocio serio porque son gente muy disciplinada, que entrena, algunos tienen muy buenos tiempos y demás. Pero su compromiso con el running no está tan apegado a metas deportivas de hacer podio en tal categoría, a renunciar a ciertos placeres mundanos por una vida más saludable y un mejor rendimiento, porque justamente uno de los premios de correr una gran carrera es terminarlo con un asado y alcohol, por ejemplo.
Básicamente apuntaba a esa idea, no por un afán clasificatorio, ni de establecer tipologías, sino justamente para mostrar dos maneras bastante diferentes de apropiarse del fenómeno, pero siempre dentro de un conjunto de valores de ética y estética compartidos, que ofrece un amplísimo potencial de apropiación por parte de los actores. Es decir, se puede ser un runner de muchas maneras diferentes.
-¿Qué lugar ocupa el otro en el running?
-La alteridad se expresa de muchas maneras. Primero entre grupos. Tienen sus camisetas identificatorias, sus colores, sus logos, sus banderas en las llegadas, sus rituales identificatorios que tienen que ver con consumos, y con ciertas formas de reunirse y encontrarse.
En general, al menos lo que yo he visto, es que prima una idea general de una comunión grupal de lo que implica ser un corredor. Ahora, las otredades existen en el sentido de los grupos, de la especialidad que se corre. Recuerdo que, en una de mis primeras experiencias autoetnográficas, en una carrera de aventuras un corredor me preguntó a qué me dedicaba y yo le dije que era antropólogo. Se rio. Lo que me estaba preguntando es a qué me dedicaba en el running. Si era maratonista, ultramaratonista. Entonces, las otredades pueden tener que ver con eso, ¿qué corrés?, ¿corrés maratones?, ¿corrés ultramaratones? Son clasificaciones internas pero después hay otras que tienen que ver con esto. El tema de atletas de élite, que ahí es donde se solapa con el atletismo. Los atletas de élite con los atletas aficionados, porque esos atletas de élite a veces atraviesan ambos ámbitos. Son situaciones un tanto más esporádicas, pero ocurren y muestran ese solapamiento entre el atletismo competitivo profesional y el running. Y que también es una característica saliente. En Buenos Aires la persona que más tardó llegó a correr casi en seis horas y treinta minutos, pero alguien puede correr la misma carrera que el tipo que rompe el récord mundial de maratón.
-Al mismo tiempo, ¿hay identidad grupal en el running?
-Absolutamente. No solo porque hay carreras de grupo, porque se pertenece a ese colectivo, sino porque hay que entender lo que significa correr, contra quién se corre, con quién se corre, cómo se ayudan entre ellos en los entrenamientos, lo que implica después de las carreras y los entrenamientos, son espacios de sociabilidad grupal fundamentales, interesantísimos, muy densos y muy sólidos, y que construyen relaciones personales realmente muy densas, muy durables.
Foto principal: Prensa EMDeR
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