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Una mirada histórica de las pandemias

A lo largo del tiempo, diversas enfermedades han generado importantes consecuencias a nivel mundial y algunas de ellas también afectaron a nuestro país. Adriana Álvarez, doctora en Historia, nos cuenta de qué manera, desde su disciplina, son estudiadas estas situaciones sanitarias.

Por Agustín Casa / @Agustin_Casa

 

En el contexto de la pandemia de COVID-19, gran parte del mundo atraviesa una situación extraordinaria. El escenario sanitario actual presenta características propias que lo diferencian de otros anteriores. No obstante, también se han promovido estrategias sanitarias que han sido implementadas en otros momentos históricos. Mirar el pasado nos permite comprender mejor el presente. Y entender este presente será fundamental para construir el escenario pospandemia.

“No pensemos que las epidemias son hechos tan lejanos. Tendemos a interpretarlas como hechos muy lejanos y, en realidad, no han sido tan lejanos”, advierte Adriana Álvarez, doctora en Historia, investigadora independiente del CONICET y docente de las carreras de Historia y de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Integra el grupo Historia Social Argentina (HISA), perteneciente al Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS), de CONICET y la Facultad de Humanidades de la UNMDP. Desde la década de 1990 estudia, desde un enfoque histórico, enfermedades como la fiebre amarilla, el cólera, la tuberculosis, la poliomielitis, la malaria, distintas gripes y el dengue.

Las enfermedades en clave histórica

¿Qué permite este enfoque? En diálogo con Citecus, la especialista destaca: “Analizar las enfermedades desde una perspectiva histórica sirve para dimensionar el tejido social y vincularlo con los sistemas económicos y las condiciones de existencia. Dejan de ser para nosotros un objeto de estudio en clave biológica o de historia biológica”.

En esa línea, la investigadora asegura que el enfoque histórico “aporta una complejidad al entender el proceso de salud y enfermedad, que no es solamente la aparición en sí misma de una enfermedad, sino también cómo se vincula con esa sociedad, y cómo esa sociedad reacciona frente a la misma”. Y agrega: “Es muy complejo porque las situaciones epidémicas no sólo generan miedo, sino que también generan culpables. Las visiones del otro, por ejemplo, los estigmas. A veces son étnicos, a veces sociales”.

“Desde este lugar, si bien las construcciones no son estáticas, mostramos que ha habido construcciones que son erradas en la medida en que éstas son cerradas o se visualizan culpables, y el ataque en los primeros momentos de la enfermedad puede ser también limitado. A ese primer momento, los historiadores y las historiadoras le prestamos mucha atención”, resalta. Asimismo, Álvarez apunta: “Todos nuestros trabajos parten de analizar los niveles de mortalidad y morbilidad en un escenario determinado en un momento determinado porque nos permite ver el grado de incidencia regional o local de cada una de las enfermedades. Pero los números por sí solos no explican otros factores que inciden en la enfermedad”.

La historiadora sostiene que las pandemias y las epidemias “son crisis dramáticas que generan pavor, desolación y miedo”.  En este sentido, subraya: “La aparición de la enfermedad, que es violenta porque en muchos casos trae aparejada la muerte, genera diferentes tipos de reacciones. Y a veces las reacciones son más exacerbadas que en un contexto de normalidad, tanto vengan de las autoridades gubernamentales como de las reacciones sociales. Más aún, cuando todas esas sensaciones se dan en un contexto de incertidumbre médica, es decir, cuando se desconoce acabadamente cómo las enfermedades vienen, cómo se desarrollan y cuáles son los síntomas. Es una incertidumbre colectiva, integral. Abarca a la sociedad, pero también abarca a quienes tienen que conducir las políticas sanitarias”.

Sin embargo, Álvarez remarca que “estas situaciones de crisis también han sido una oportunidad para los cambios institucionales o para el mejoramiento de la infraestructura sanitaria porque ponen en evidencia cuáles son las fortalezas y las debilidades de cada uno de los Estados y las comunidades”.

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Las otras pandemias (y epidemias)

Entre las pandemias que han afectado a nuestro país en el siglo XIX, se pueden mencionar la fiebre amarilla, entre 1870 y 1871, y el cólera, que se presentó en distintas ocasiones, de las cuales se destacan los brotes de 1865, 1886 y de la década de 1890. Más tarde, hacia el 1900, tuvo lugar una epidemia de peste bubónica. Luego, en 1918 llegó al país la pandemia de gripe que generó millones de decesos en todo el mundo. Desde la segunda mitad del siglo XX al presente, se recuerda el desarrollo de distintas enfermedades. En 1956, se desató la epidemia de poliomielitis. Y si de influenza se trata, sobresalen la gripe de 1957-1958, la de 1968 y la pandemia de gripe A de 2009. Además, en la década de 1990 hubo brotes de cólera.

Respecto a las pandemias desatadas en el siglo XIX, Álvarez señala: “Al cólera y a la fiebre amarilla siempre se las denominó ´enfermedades exóticas´, es decir, enfermedades que venían de afuera, que traían los inmigrantes porque en sus países de origen estas enfermedades reinaban. La pregunta que nos hacemos los historiadores y las historiadoras frente a esto es por qué se propagaban en nuestro país o en ciudades portuarias como Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca y Mar del Plata. Se propagaban porque encontraban condiciones favorables para hacerlo, porque había una escasa infraestructura sanitaria, y porque no había elementos preventivos, entre otras cosas”.

 

¿Qué medidas sanitarias se adoptaron?

Un elemento que comparten las pandemias de fiebre amarilla y cólera es la implementación de estrategias sanitarias como la cuarentena. “Se aplicaba a los inmigrantes. Había de dos tipos: de rigor y de observación. Todas se hacían en espacios destinados a las cuarentenas, que se llamaban lazaretos. Había un lazareto fijo en la isla Martín García y otro flotante como el hospital Rodolfo del Viso. Era un barco flotante que estaba alejado del puerto de Buenos Aires. Ahí iban pasajeros que habían tenido síntomas o habían desarrollado la enfermedad. Se las denominaba cuarentenas de rigor porque solamente salían de ese lazareto una vez que hubiesen superado la enfermedad. A las de observación, en el lazareto que estaba en la isla Martín García, iban todos los inmigrantes que llegaban al puerto de Buenos Aires. Como venían de puertos donde, por ejemplo, el cólera reinaba en forma epidémica, se los observaba durante quince días para ver si desarrollaban algún tipo de síntoma, y después la observación se hizo por períodos más cortos. En caso que no desarrollaran síntomas, terminaban la cuarentena y podían ingresar a Buenos Aires. Tanto una cuarentena como la otra, que eran muy caras, a lo largo del tiempo fueron reduciéndose, hasta que en 1895 fueron suprimidas. Esto coincidía con un control epidemiológico que se había hecho del cólera en función del conocimiento de la enfermedad”, relata la especialista.

En 1918 tuvo lugar la pandemia de gripe A. “Se produjo finalizada la Primera Guerra Mundial. Los primeros casos se dieron en las trincheras. El regreso de los soldados a sus lugares de origen fue multiplicando los casos. Posteriormente, con el intercambio económico de barcos llegó a nuestros puertos como a muchos países de América Latina. Esa pandemia es la más recordada porque tuvo más de cuarenta millones de muertos en el mundo”, recuerda. Al mismo tiempo, Álvarez destaca que en esa oportunidad se implementaron medidas como cierre de bares y de cines, y se impedían las misas y las procesiones. “El grado de cumplimiento fue desparejo de acuerdo a las provincias. Por ejemplo, las procesiones por parte de la Iglesia Católica se siguieron haciendo y eso propagaba más el contagio. Y dependía mucho de los escenarios provinciales. En Buenos Aires, a determinada hora se cerraban los bares, lo que generaba un gran reclamo por parte de un público”, describe.

En el caso de la epidemia de poliomielitis de 1956, en cuanto a políticas sanitarias, la docente de la UNMDP remarca que “la principal medida fue el no comienzo de clases, que se dilató hasta el mes de mayo”. En tanto, existen antecedentes de breves cierres de frontera: “Con las gripes del 57 y del 68 hubo un cierre temporal de la frontera con Chile. Fue por muy poco tiempo por la cantidad de casos que tenía”. A su vez, la historiadora resalta la influencia de los organismos internacionales en el manejo de epidemias y pandemias desde la segunda mitad del siglo XX. “En los años 50 se logró combatir una de las enfermedades que estaba presente en gran parte del globo: la malaria. Se logró erradicar gracias a las acciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que, a partir de los estudios epidemiológicos, llegaron a la conclusión de que esta enfermedad, que la transmite un mosquito presente en numerosas partes del globo, solamente se iba a lograr controlar o erradicar si llevaban adelante una acción conjunta. Ésta se comienza a realizar en la década del 50 y es encabezada por el médico argentino Carlos Alvarado, que venía trabajando desde los años 30 y después formó parte de la gestión de Ramón Carrillo con mucho éxito en nuestro país”, comenta.

Soldados en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. El regreso de los soldados a sus lugares de origen en 1918 fue multiplicando los casos de gripe A en el mundo. // Fuente: Archivo General de la Nación. La imagen pertenece al archivo fotográfico de la revista «Caras y Caretas».

La información como herramienta preventiva

Por otra parte, la especialista detalla cómo se informaban las poblaciones respecto a lo que acontecía en los diferentes momentos históricos: “Si hablamos del siglo XIX, hay que contemplar el índice de analfabetismo. El principal medio de comunicación para saber qué se podía hacer y cómo había que cuidarse era el boca a boca. Existían diarios, pero la pregunta es quién compraba esos diarios. Los canales de información fueron cambiando. La prensa escrita cumplió un rol fundamental en el siglo XIX y en gran parte del siglo XX, incluso con las epidemias de polio. Existían los telenoticieros, y de hecho en el Archivo General de la Nación están y son riquísimos al respecto de cómo llegaba la ayuda humanitaria y todas esas cuestiones, pero en ese momento había más acceso a la prensa escrita y radial. Distinto fue el caso del cólera en los 90 y de la gripe de 2009, donde los medios de comunicación, y sobre todo la prensa tanto radial como los canales y la televisión abierta, cumplieron un rol fundamental desde las instancias propagandísticas”.

El desarrollo de pandemias y epidemias no es algo nuevo. Como se ha enumerado, ha habido diversos ejemplos en nuestro país, incluso en el pasado reciente. Sin embargo, a veces se trata de enfermedades nuevas que, en muchos casos, colocan a las sociedades ante situaciones inéditas. La incertidumbre ante lo novedoso plantea importantes desafíos. Y el enfoque histórico permite analizar el contexto y las diferentes reacciones que hubo frente a esa incertidumbre.

Adriana Álvarez integra el grupo Historia Social Argentina (HISA), perteneciente al Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS). // Foto: CONICET Mar del Plata.

Foto principal: Un equipo sanitario, con máscaras e instrumental, realiza desinfección domiciliaria durante la epidemia de peste de 1928. Fuente: Archivo General de la Nación.

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