Así lo señaló Noemí Zaritzky (doctora en Ciencias Químicas, investigadora del CONICET y docente de la UNLP), quien fue nombrada como nueva integrante de la Academia Mundial de Ciencias (TWAS, según sus siglas en inglés) a partir de 2020.
Desde este año, dos argentinas se incorporan al plantel de miembros académicos de la Academia Mundial de Ciencias (TWAS, según sus siglas en inglés). A fines de 2019, la entidad nombró a los nuevos integrantes de la academia, entre los cuales se encuentran las científicas Noemí Zaritzky y Rosa Erra-Balsells, ambas investigadoras ad honorem del CONICET.
Erra-Balsells es doctora en Ciencias Químicas y docente titular del Departamento de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. En tanto, Zaritzky es doctora en Ciencias Químicas (UBA) y se desempeña como profesora titular en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). En el área de investigación, su lugar de trabajo es el Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos (CIDCA, CONICET-UNLP-CICPBA).
Según la TWAS, la incorporación de Zaritzky a la academia se debe al “extenso trabajo original de investigación científica y desarrollo tecnológico en ingeniería alimentaria y ambiental”. Asimismo, destaca que “es considerada internacionalmente entre el núcleo de especialistas reconocidos”.
En diálogo con el programa “El verano menos pensado” (domingos de 11 a 14 por FM 103.7 Radio Mitre Mar del Plata), Zaritzky expresó que siente “una gran satisfacción por este reconocimiento” y resaltó que “ha sido una noticia muy linda que reconozcan la labor de investigadoras argentinas y con una trayectoria en el país”.
En cuanto a lugar que ocupan los científicos en el país, Zaritzky aseguró: “Todos los que hacemos investigación y ciencia en Argentina, lo hacemos con gran amor y dedicación. Tratamos de formar recursos humanos, de generar tecnología, de hacer patentes, de transferir al sector productivo”. En esa línea, se refirió al perfil de trabajo en su campo de especialidad. “Desde el área de ingeniería de procesos no sólo investigamos para publicar papers, que es lo que a veces se critica dentro del CONICET, sino que también tratamos de hacer cosas útiles para el país y que sean transferibles al sector productivo. Éste es el objetivo de nuestro grupo de investigación”, sostuvo.
Sobre las tareas de su equipo de investigación, resaltó que comenzaron a trabajar “en el área de criopreservación, de congelación, estudiando estructuras de hielo, y cómo es la mejor forma de congelar para tener determinado tamaño cristalino que sea bueno para la calidad de los productos”. También mencionó que luego extendieron las investigaciones a la criopreservación de materiales biológicos por frío mediante el uso de nitrógeno líquido. Y agregó: “En los últimos años también abordamos el tema de tratamiento de efluentes de la industria alimentaria, tratamiento biológico y físico-químico, para disminuir la cantidad de residuos”.
Además, en relación a proyectos actuales, Zaritzky describió: «Estamos aprovechando residuos, por ejemplo, de la industria agrícola para obtener una proteína que se llama queratina. Y estamos obteniendo quitosano –un biopolímero– a partir de residuos de la industria de la pesca. Se obtiene de los exoesqueletos de los crustáceos, de los langostinos. Son residuos muy contaminantes en la zona de Puerto Madryn. Trabajamos en conjunto con el Centro Nacional Patagónico (CENPAT, de CONICET), que está en Chubut. Ese biopolímero tiene carga eléctrica, es muy interesante. Es el único polímero natural que es catiónico. Es biodegradable y tiene muchas propiedades. Lo usamos para el tratamiento de aguas que están contaminadas con, por ejemplo, arsénico o con cromo hexavalente. Entonces, este biopolímero tiene la propiedad de no ser tóxico y atrapar esas moléculas tóxicas del agua. O sea que detoxificamos el agua mediante la utilización de residuos. Realmente es un aprovechamiento muy importante”.
Al mismo tiempo, respecto a los trabajos del equipo, añadió: “También generamos el crecimiento de microorganismos que internamente producen un biopolímero de alto valor agregado, un plástico, que son los polihidroxialcanoatos. Esos microorganismos, que son bacterias, se alimentan de residuos de la industria láctea o también los alimentamos con glicerol, que es un subproducto del biodiesel”.
“Estamos tratando de hacer cosas que tengan un resultado bueno para nuestro país y que tengan un compromiso con el medioambiente. Tratamos de que nuestros temas de trabajo cumplan varios requisitos: estudiar los fenómenos desde el punto de vista básico y científico, pero que eso derive en aplicaciones tecnológicas, con interés en la sociedad y en el medioambiente”, concluyó.
Noemí Zaritzky ha recibido numerosos reconocimientos por sus tareas de investigación. Fue distinguida como Investigadora de la Nación Argentina 2015 y con el Premio Bernardo Houssay a la Trayectoria 2015 (área de Ingenierías, Arquitectura e Informática), ambos entregados por el Estados argentino. Además, en 2018 la Academia Mundial de Ciencias le otorgó el Premio TWAS en la categoría Ciencias de la Ingeniería.
Foto: CONICET La Plata.