La psicóloga Leticia Elizabeth Luque, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba, describe el impacto de la incorporación de dispositivos tecnológicos en nuestras actividades cotidianas.
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
Las personas utilizan dispositivos tecnológicos desde que se levantan hasta que se van a dormir. En la mayoría de las actividades cotidianas, la tecnología está allí y, en muchos casos, se trata de herramientas irremplazables para realizar distintas tareas.
Sin embargo, esto no siempre fue así. Estos dispositivos se han incorporado de manera paulatina en las últimas décadas, al punto de hoy en día usarse en casi todo momento.
Esta implementación de la tecnología en la vida diaria –con el uso continuo de computadoras, celulares y otros dispositivos con acceso a internet– ha generado alteraciones en nuestra vida. “La tecnología ha cambiado nuestra manera de percibir el tiempo y el espacio”, cuenta a Citecus Leticia Elizabeth Luque, doctora en Ciencias de la Salud y Licenciada en Psicología.
La especialista habla de un tiempo percibido como efímero. “Se nos pasan los días volando, pero los días siguen teniendo 24 horas”, destaca.
“¿Por qué pasa eso si el tiempo es igual? –se pregunta Luque– Porque, en realidad, nuestra percepción del tiempo ha cambiado. Es todo ahora, ya, para ayer. Eso está asociado a la perentoriedad de las tecnologías. Evolucionan tan rápido, todos los días hay algo nuevo, que hace que todo se perciba como obsoleto. El presente es un presente con objetos obsoletos”.
El cambio en la percepción del espacio, por su parte, está relacionado a la posibilidad de comunicarse con personas ubicadas en prácticamente cualquier lugar del planeta.
“En la medida en que las tecnologías permiten conectarte con cualquiera sin necesidad de trasladarte –podés visitar el Louvre a través de una aplicación de realidad virtual sin necesidad de ir hasta allá y entrar al museo–, se ha borrado la concepción de frontera, de distancias, de límites geográficos”, indica la docente-investigadora de la Universidad Nacional de Córdoba.
Asimismo, Luque remarca que esa posibilidad de conectarse con el mundo y estar en línea 24×7 ha alterado nuestro cuerpo. “Salís a la calle sin el celular y parece que te falta una parte del cuerpo. Sentís enseguida la necesidad de tenerlo. Hay gente que siente la necesidad de tocarlo. Aunque no lo lleve en la mano, necesita fijarse permanentemente que está en su bolsillo, su mochila, como si fuese una parte vital del cuerpo”, comenta.
Y menciona otro ejemplo: “Cuando el teléfono se apaga, la persona entra en estado de ansiedad hasta que agarra un cargador para cargarlo un ratito, tener unas líneas de batería y no estar afuera del mundo”.
También subraya que se han producido alteraciones en la percepción del día y la noche. “Es esto de necesitar trabajar con luz artificial, en lugar de trabajar con la luz diurna, y estar hasta las 2 de la mañana trabajando y después no poder despertarte a las 7”, describe.
Durante su tesis de doctorado, Luque estudió la ansiedad tecnológica asociada a la fobia, al rechazo a tener que trabajar con dispositivos tecnológicos y actualizarse de manera permanente. “Pero ahora, la cuestión es el cansancio por tener que estar actualizados y el agobio de tener que estar permanentemente conectados”, advierte la investigadora.
En este punto, remarca la falta de siestas tecnológicas. “A la hora de trabajar o estudiar, tengo que usar dispositivos tecnológicos. En casa, sigo usando dispositivos tecnológicos. Me voy a acostar y sigo conectada mirando videos, la tele y demás. Todo el tiempo sigo en conexión con la tecnología y eso genera lo que se llama ansiedad tecnológica”, comenta.
En esa línea, agrega: “La ansiedad tecnológica, al mismo tiempo, genera esta cuestión de percibir todo como ´ahora´. Forma parte de la misma ansiedad, del mismo concepto, de necesitar resolverlo ahora. Necesito resolverlo ya, ahora, para liberarme de eso”.
En relación a las redes sociales, la especialista resalta que los contenidos efímeros que se publican en diversas plataformas generan ansiedad, sobre todo en las personas curiosas. Y habla del miedo a quedar afuera (FOMO, según sus siglas en inglés).
“La persona que es curiosa o que tiene ese rasgo de personalidad tiene terror a quedarse afuera. Y necesita estar permanentemente chequeando las distintas redes sociales. Quiere estar enterada de todo, quiere ver todo. Entonces, si hay videos o contenidos que duran 15 segundos o contenidos que permanecen 24 horas y desaparecen, la persona no puede hacer otra cosa que no sea estar permanentemente chequeando ese tipo de contenidos”, explica.
Por otro lado, Luque hace referencia al hábito de ojear las redes sociales en momentos de espera. “Es casi como un calmante de la ansiedad. Por ejemplo, en la fila de un banco están casi todos con el teléfono en la mano. No es que estén leyendo el diario, un libro o estudiando, están ´paveando´ con el teléfono. Pero el tenerlo en la mano y estar mirando, aun cuando no presten atención a nada, calma la ansiedad tecnológica”, asegura.
Además, la psicóloga señala que la alteración de la percepción del tiempo ha generado impaciencia en las personas que, a partir de funcionalidades de las diversas plataformas, tienen la posibilidad de adelantar audios, videos, películas o series. “No toleramos la espera, no la estamos tolerando. Es todo ahora”, concluye.
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