Débora Nercessian, bióloga del CONICET que lleva adelante distintos estudios sobre el aceite de cannabis, es optimista con el alcance de la nueva reglamentación y considera que facilitará las investigaciones que realizan.
Por Agustín Casa / @Agustin_Casa
La nueva reglamentación de la ley de Uso Medicinal del Cannabis (27.350) fue publicada el 12 de noviembre de 2020 en el Boletín Oficial y reemplaza a la que estaba vigente desde 2017. La ley “regula la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor de la planta de Cannabis y sus derivados”.
Esta nueva reglamentación es vista con optimismo desde la academia y consideran que les permitirá avanzar con investigaciones que hasta el momento encontraban algunos obstáculos para su desarrollo.
“La nueva reglamentación es mucho menos restrictiva que la anterior. Elimina muchos pasos burocráticos a la hora de evaluar los proyectos de investigación, porque cuando no involucran investigación clínica, ya no requieren la aprobación del Ministerio de Salud y del de Seguridad, sino sólo la evaluación de los organismos de ciencia y técnica, como cualquier otro proyecto de investigación en cualquier temática”, indica a Citecus Débora Nercessian, doctora en Ciencias Biológicas e investigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB). En su trabajo académico, Nercessian estudia “Capacidades metabólicas y moléculas bioactivas de microorganismos, halofilosoptimización de protocolos de extracción y conservación de aceite medicinal de Cannabis Sativa”.
La bióloga resalta que a partir de esta reglamentación podrán contar con “plantas en el laboratorio para realizar las experimentaciones, cosa que hasta ahora no podíamos” y sostiene que eso “permitirá a todos los grupos del país que trabajamos en cannabis poder investigar con mayor libertad en las líneas de investigación que cada uno decida profundizar”.
Nercessian reconoce que “con la reglamentación previa prácticamente no se pudo avanzar en investigación”. En este punto, detalla: “Para crecer unas pocas plantas en el laboratorio nos pedían las mismas condiciones que para tener grandes plantaciones, porque todo debía ser aprobado por el Ministerio de Seguridad. Esto hizo imposible poder disponer de material vegetal para la experimentación. Además, la reglamentación previa estaba dirigida a epilepsia refractaria, por lo que los proyectos debían orientarse a esa patología. Otro tema de gran complejidad era poder comprar los insumos de investigación, que deben traerse del exterior y cuyo acceso estaba muy limitado por protocolos poco claros y permisos imposibles de conseguir. Creemos que esto pronto mejorará porque las instituciones involucradas (ANMAT, INASE, CONICET) están dispuestas a facilitar estas tramitaciones”.
La investigadora no sólo hace hincapié en el valor de la reglamentación para el campo científico, sino que destaca la importancia que tiene para la comunidad. “Al permitir el autocultivo, esta nueva reglamentación por fin saca de la ilegalidad a las familias y organizaciones que cultivan plantas para tener el aceite que necesitan las personas enfermas. Por fin, estas familias y ONGs, que fueron el motor original para que saliera la ley en 2017, ven que sus demandas comienzan a ser respondidas”.
Asimismo, afirma que “es muy importante que la reglamentación abarque a todas las patologías para que los médicos determinen que usar cannabis es adecuado”, ya que antes sólo estaba legalizado el uso para personas con epilepsia refractaria, “dejando a muchos pacientes fuera del contexto de la ley”.
Aportes desde el laboratorio
El grupo de investigación de Nercessian lleva adelante distintas líneas de investigación. Por un lado, trabajan en la puesta a punto de “métodos de extracción, identificación y cuantificación de los principios activos del cannabis, lo que se puede aplicar a la investigación en el laboratorio, así como al análisis de los aceites de los usuarios y productores”. También estudian “la estabilidad de los principios activos, para conocer su período de validez y establecer fechas de caducidad”.
En paralelo, evalúan “la influencia de las condiciones de cultivo (luz, humedad, temperatura) en la producción de principios activos en diferentes variedades de la planta de cannabis” y analizan “otras propiedades biológicas de la planta, distintas a las ya conocidas, para dar valor agregado a los productos que puedan derivarse del cannabis”.
Además del trabajo académico, su laboratorio cuenta con un servicio que consiste en el análisis de cannabinoides para identificar y cuantificar el contenido de los aceites que producen las personas.
Desde 2017, Nercessian y otras integrantes de su grupo forman parte de ConCiencia Cannabis, un grupo de extensión de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UNMDP, desde el cual generan actividades, charlas con especialistas y talleres dirigidos a la comunidad, además de capacitaciones destinadas a profesionales de la salud y del derecho. “Intentamos difundir para quitar los prejuicios que aún quedan sobre esta planta. Todas estas actividades las llevamos adelante en colaboración con la Agrupación Marplatense de Cannabicultores”, señala. Además, este grupo de extensión realiza encuestas para estudiar los posibles resultados del consumo de cannabis sobre los efectos de la COVID-19.
Efectos positivos
¿Qué sabe la ciencia sobre el uso del aceite de cannabis con fines medicinales? La especialista indica que “los derivados de cannabis tienen efectos benéficos sobre muchas patologías diferentes” y subraya: “Existe evidencia científica que certifica este efecto positivo, pero su utilización debe hacerse con aval médico”.
En este sentido, Nercessian detalla que “las patologías sobre las que se ha comprobado su acción son epilepsia, mal de Parkinson, trastornos del espectro autista, fibromialgia, dolor neuropático, caquexia producida por quimioterapia, dolor crónico, y esclerosis múltiple, por citar las más difundidas”.
“En muchos casos no se obtiene la cura a la enfermedad, sino que el cannabis actúa como paliativo, ayudando a llevar de mejor manera las dolencias, mejorando así la calidad de vida del paciente”, amplía y agrega: “Es importante resaltar que, si bien el espectro de acción es muy amplio, el cannabis no es la cura a cualquier enfermedad ni la solución a cualquier dolencia”.
Sobre los compuestos de la planta de cannabis, Nercessian describe: “De los dos cannabinoides principales, que son el CBD y el THC, se sabe que unos son mejores para unas patologías y otros para otras. El CBD es antiinflamatorio, es el que se usa para la epilepsia refractaria, por ejemplo. El THC es el que está más indicado para el dolor, para la fibromialgia y ese tipo de patologías”.
Uso medicinal del cannabis
“La nueva reglamentación permite el autocultivo de cannabis con fines medicinales y/o terapéuticos”, afirma Nercessian. ¿Qué quiere decir esto? “Una persona con alguna dolencia a la que su médico le indique utilizar cannabis, puede cultivar sus propias plantas para producir el aceite”, comenta.
En este marco, explica: “Si el paciente no está en condiciones de hacerlo, entonces un familiar o una ONG autorizada pueden cultivar en su nombre. Para ello, hay que inscribirse en el Registro Nacional de Pacientes en Tratamiento con Cannabis (RECANN) que depende del Ministerio de Salud. Aún no se establecieron las condiciones de registro, pero las autoridades del programa están trabajando en eso”.
A su vez, la bióloga cuenta que está contemplada la posibilidad de que “los derivados de cannabis se produzcan en laboratorios públicos y se dispensen en farmacias, para que pueda acceder toda persona que no quiera o no pueda cultivar”. En esta línea, aclara que “si bien todavía no están determinadas las condiciones, está previsto que el Estado provea los derivados de cannabis a las personas que no tengan cobertura médica y las obras sociales lo hagan con sus afiliados”.
“En la nueva reglamentación está previsto también que se fomenten acciones para capacitar a los profesionales de la salud en el uso de derivados de cannabis, para que puedan asesorar y acompañar a sus pacientes”, añade la investigadora del CONICET, quien sostiene que el hecho de que el Estado garantice el acceso a aceites de producción nacional permitirá que los usuarios utilicen “un producto seguro, de calidad y contenido conocido”.
Con la coordinación de los distintos actores (Estado, comunidad científica, profesionales de la salud, profesionales del derecho y pacientes -o familiares de pacientes- a quienes se les haya indicado el uso) será posible trazar un esquema que facilite la investigación, que acerque a los médicos a estos tratamientos y garantice a los pacientes el acceso al aceite de cannabis (sea a través del autocultivo para producir aceite o de la obtención del aceite en farmacias mediante cobertura estatal o de una obra social) para aquellas patologías en las cuales hay evidencia científica de sus efectos positivos.