La implementación del etiquetado frontal de alimentos envasados es uno de los puntos destacados de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable que espera su tratamiento en Diputados. Especialistas explican la importancia del avance de este proyecto y por qué puede ser un primer paso hacia políticas que garanticen un retorno a hábitos alimentarios saludables.
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
Apuntes
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La Ley de Promoción de la Alimentación Saludable propone un sistema de advertencias en el frente de los envases, mediante la inclusión de octógonos negros que señalen cuando los productos contienen exceso de sodio, azúcares, grasas saturadas, grasas totales y calorías. Asimismo, incorpora información sobre el contenido de edulcorantes y cafeína con el objetivo de evitar el consumo en niños y niñas. En la actualidad, el país no tiene una regulación de etiquetado de alimentos que contemple los problemas de sobrepeso y malnutrición en la población.
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El proyecto toma el perfil de nutrientes de la OPS que establece umbrales para identificar aquellos productos procesados y ultraprocesados que se excedan en nutrientes críticos, como los mencionados en el punto anterior.
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También prohíbe la publicidad de alimentos y bebidas envasados con al menos un sello de advertencia que estén dirigidos a niños, niñas y adolescentes, busca mejorar los entornos alimentarios escolares y propone incorporar contenidos mínimos de educación alimentaria nutricional en las escuelas de todos los niveles.
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El proyecto de Ley de Promoción de la Alimentación Saludable fue aprobado por el Senado en octubre de 2020 y hace siete meses que se encuentra en la Cámara de Diputados.
El Senado de la Nación dio media sanción a la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable a finales de octubre de 2020. Siete meses después, el proyecto de ley se encuentra en la Cámara de Diputados en las comisiones de Legislación General, Acción Social y Salud Pública, Defensa del Consumidor e Industria. El 6 de abril, los integrantes de las comisiones tuvieron reuniones informativas con especialistas y el 26 del mismo mes el plenario de comisiones debatió el proyecto, pero aún no hubo dictamen y no se conoce fecha para su tratamiento.
Esta norma tiene como objetivo garantizar el derecho a la salud y a una alimentación adecuada, que las personas accedan a información clara y sencilla sobre los alimentos envasados para la toma de decisiones informadas a la hora de consumir esos productos, que los alimentos indiquen cuando presentan exceso de nutrientes críticos, y promover la prevención de la malnutrición y reducir la incidencia de las enfermedades no transmisibles.
En Argentina, las enfermedades no transmisibles causan unas 140 mil muertes por año, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Los principales factores de riesgo vinculados a la mortalidad son la hipertensión, la hiperglucemia en ayunas elevada y el sobrepeso o la obesidad. En esta línea, el sobrepeso y la obesidad afectan a 7 de cada 10 personas adultas y a 4 de cada 10 niños, niñas y adolescentes en el país, según la 2° Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2), publicada en septiembre de 2019. Además, según ese trabajo, la obesidad en adultos es un 20 % mayor en la población de ingresos más bajos.
En Argentina, el sobrepeso y la obesidad afectan a 7 de cada 10 personas adultas y a 4 de cada 10 niños, niñas y adolescentes.
Información para la toma de decisiones
Solo el 30 % de la población argentina (13 años en adelante) lee los etiquetados de los productos envasados antes de comprarlos, según la ENNyS 2. De ese grupo de personas, la mitad considera que la información de los etiquetados es comprensible. Por lo tanto, de esta encuesta se desprende que menos del 15 % de la población comprende la información que contienen los etiquetados.
“Actualmente, Argentina no cuenta con una regulación del etiquetado de alimentos con una perspectiva de prevención del exceso de peso y la malnutrición”, cuenta a Citecus Victoria Tiscornia, Magíster en Nutrición Humana, docente universitaria e investigadora de la Fundación Interamericana del Corazón en el país (FIC Argentina).
En esa línea, el consultor nacional de Enfermedades No Transmisibles de la OPS/OMS en Argentina, Dr. Sebastián Laspiur, afirma: “El sistema de etiquetado vigente en muchos países como Argentina no permite a las personas identificar los elementos que ponen en riesgo su salud y la de sus hijos. En ellos, la información nutricional es confusa y engañosa y en muchos casos dicha información está completamente ausente”.
En este marco, Tiscornia advierte que “la normativa actual no establece la obligatoriedad de reportar en la tabla nutricional el contenido de azúcares de los productos, a pesar de ser un nutriente crítico con evidencia contundente de su impacto negativo en la salud”. Y esto tiene consecuencias negativas al momento de acceder a información clara de los alimentos envasados. “Muchos de los productos que se ofrecen como saludables y se dirigen a la población infantil junto a personajes animados atractivos realmente no lo son, dado que contienen cantidades excesivas de azúcares, sodio y grasas”, asegura Laspiur.
Asimismo, el referente de la OPS habla de la relación de los nutrientes críticos con las enfermedades crónicas no transmisibles. “El exceso del consumo de azúcares, grasas y sal está ocasionando más de 140 mil muertes al año en Argentina. La principal fuente de esos nutrientes críticos proviene del consumo de los productos alimentarios y bebidas envasados, procesados y ultraprocesados, cuyos nutrientes en exceso no son identificados por las personas en el momento de comprarlos o al consumirlos, porque el sistema vigente no lo posibilita”, describe.
En este punto, Laspiur se refiere a las preocupaciones por el crecimiento de la obesidad en todos los grupos etarios debido a que genera un incremento en la prevalencia de diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares, entre otras.
Se estima que menos del 15 % de la población argentina comprende la información que contienen los etiquetados de los alimentos envasados.
El proyecto que acompañan organizaciones y académicos
En 2020, más de una decena de iniciativas vinculadas a la temática se unificaron en el proyecto de Ley de Promoción de la Alimentación Saludable que, como se mencionó, fue aprobado en el Senado y espera su tratamiento en Diputados.
Si bien hay otras propuestas de etiquetados de alimentos generadas por organismos del Estado en distintas instancias, una presentada en el Mercosur y otra en la Comisión Nacional de Alimentos (CONAL), Tiscornia sostiene que la iniciativa que se encuentra en Diputados “cuenta con el aval de distintas organizaciones de la sociedad civil y la academia, tanto a nivel nacional como internacional, de la mejor evidencia científica libre de conflicto de interés, y con un amplio apoyo de la población”.
El proyecto es respaldado por organismos internacionales como OPS/OMS, UNICEF y FAO. Además, en abril, más de 80 organizaciones del país y la región firmaron un documento en el que alertan sobre “el avance de un etiquetado frontal más laxo en espacios de discusión menos representativos que el Congreso, como la CONAL y el Mercosur”. Las entidades firmantes sostienen que esas iniciativas tienen estándares inferiores al proyecto que se encuentra en Diputados.
Más de 80 organizaciones de Argentina y la región apoyan el proyecto que espera su tratamiento en Diputados.
El modelo de etiquetado frontal de alimentos
El proyecto de ley propone un sistema de advertencias en el frente de los envases, mediante la inclusión de unos octógonos negros que señalen cuando los productos contienen exceso de sodio, azúcares, grasas saturadas, grasas totales y calorías. Asimismo, incorpora información sobre el contenido de edulcorantes y cafeína con el objetivo de evitar el consumo en niños y niñas.
“Distintos estudios realizados en América Latina comprobaron que este sistema es superior a otros como el GDA, el Nutriscore y el semáforo. A nivel nacional, estudios realizados por el Ministerio de Salud de la Nación y por FIC Argentina demostraron que el sistema de advertencias con formato de octógono es el más adecuado a ser implementado en nuestro país”, subraya Tiscornia. Este modelo toma el perfil de nutrientes de la OPS que, según asegura, es el que mejor se corresponde con las recomendaciones de las Guías Alimentarias para la Población Argentina.
En este punto, Laspiur indica que “el etiquetado frontal de octágonos negros con letras claras que advierta el exceso de azúcares, grasas totales, grasas saturadas y sodio es el más efectivo para informar a la población sobre los productos que pueden dañar la salud y ayudar a guiar sus decisiones de compra”.
Según el especialista del organismo, el perfil de nutrientes de la OPS señala umbrales para identificar alimentos envasados, procesados y ultraprocesados, con excesivo contenido de nutrientes críticos y presencia de edulcorantes.
“El modelo de perfil de nutrientes de la OPS considera que un producto tiene una cantidad excesiva de nutrientes críticos (azúcares, grasas y sodio) cuando la proporción de estos en el producto sobrepasa los límites recomendados por la OMS, y de esa forma puede ocasionar riesgos y daños en la salud o provocar enfermedades no transmisibles”, agrega Laspiur en diálogo con Citecus.
Además, aclara que este modelo no aplica a los alimentos frescos, naturales o mínimamente procesados como frutas, verduras, carnes, pollo, pescado, arroz, fideos secos, polenta, harinas y legumbres, leche fluida y en polvo. Tampoco a la miel de abeja, ni a los ingredientes para cocinar, como aceite, sal de mesa y azúcar.
El etiquetado de alimentos no es el único propósito de la ley. El proyecto también contempla otros puntos enmarcados en la promoción de una alimentación saludable. “La ley protege a los niños y niñas de la publicidad de productos no saludables que utilizan frecuentemente personajes infantiles para atraer el consumo. De igual manera, la ley persigue la mejora de los entornos alimentarios escolares al no posibilitar la venta, publicidad y oferta de los productos no saludables en las escuelas”, remarca Laspiur.
Al mismo tiempo, la iniciativa también incorpora el abordaje de contenidos mínimos de educación alimentaria nutricional en las escuelas de todos los niveles, para generar hábitos alimentarios saludables y advertir los efectos negativos de una alimentación inadecuada.
“El etiquetado frontal de octágonos negros con letras claras es el más efectivo para informar a la población sobre los productos que pueden dañar la salud y ayudar a guiar sus decisiones de compra”, asegura el referente de OPS en Argentina, Sebastián Laspiur.
Hábitos alimentarios en contexto
La incidencia de enfermedades crónicas no transmisibles no afecta solo a nuestro país. “A nivel mundial representan la principal causa de muerte, alcanzando a seis de cada diez casos. Esto está totalmente conectado con la malnutrición, en la que se expresan la superposición de hambre, sobrepeso y también deficiencias en micronutrientes”, señala a Citecus Gloria Sammartino, doctora en Antropología, directora e investigadora del Centro de Investigación sobre Problemáticas Alimentarias Nutricionales (CISPAN) y profesora de la materia Socioantropología de la carrera de Nutrición de la UBA.
La antropóloga reflexiona sobre cómo ha cambiado el patrón alimentario, sobre todo en las últimas décadas. En este sentido, comenta: “Después del período de posguerra, con la hegemonía económica de Estados Unidos, del desarrollo de políticas productivistas como la revolución verde y de los grandes avances de la industria alimentaria, nos fuimos alejando de las dietas en las que predominaban alimentos mínimamente procesados, con mayor cantidad de verduras, frutas, hidratos de carbono complejos y legumbres; en donde eran centrales las habilidades culinarias para preparar los alimentos. Y nos fuimos acercando a dietas cada vez más excedidas en productos ultraprocesados”.
En este marco, Sammartino advierte que “la desregulación de los mercados incide en la producción de estos productos ultraprocesados, con gran cantidad de grasas, azúcar, sal y una gran cantidad de aditivos dañinos para la salud”. En este punto, sostiene: “Su elaboración está relacionada con la producción bajo monocultivos a gran escala, se producen donde es más barato hacerlo y se distribuyen donde es más redituable hacerlo, más allá de los miles de kilómetros que deban recorrer. La FAO y la OPS han estudiado cómo entre el año 2000 y 2013, a medida que aumentó la disponibilidad de estos productos, sobre todo en los países de recursos más bajos –como en América Latina–, fue aumentado el sobrepeso y la obesidad de la población”.
Una nueva reglamentación para el etiquetado de alimentos no solo implicaría que la población pueda contar con información precisa y clara sobre los productos, sino que también “a través de esta propuesta de etiquetados se lograría regular el papel de las industrias en la producción, distribución y consumo de los productos ultraprocesados”, indica Sammartino.
También destaca la importancia de que el proyecto de ley regule la publicidad de productos alimentarios dirigidos a la población en general, sobre todo a la infantil. En este sentido, explica que a la hora de recibir esa información, “las niñas, niños y adolescentes son quienes menos herramientas tienen para deconstruir los mensajes engañosos de la industria alimentaria, cuyo fin es vender, ya que son sujetos en formación” y que esas campañas publicitarias “impactan en la conformación del gusto, de valores simbólicos y de identidades, que luego son muy difíciles de desmontar y desandar a lo largo de la vida”.
Asimismo, la antropóloga resalta que las sociedades se han alejado de lo que dictaminan las culturas alimentarias, las cuales “se conformaron de la mano de la gran diversidad de alimentos que ofrece cada ambiente y contexto geográfico, en el que las semillas locales son claves” y añade que se trata de “culturas, muchas de ellas milenarias, en las que se conectan el gusto, el sabor, la salud y las identidades”.
En las últimas décadas, se ha visto en el mundo cómo la población se alejó del consumo de alimentos naturales y se acercó al consumo de alimentos ultraprocesados, según la antropóloga Gloria Sammartino.
Experiencias de etiquetado frontal de alimentos
En los últimos años, se han aprobado e implementado propuestas normativas similares en países de la región como Ecuador, Perú, Chile y México. A partir de esas experiencias, hay datos y evidencia sobre el efecto positivo que genera el etiquetado frontal de alimentos al momento de la compra de los productos. “En Chile, por ejemplo, el 68 % de las personas cambiaron sus hábitos alimentarios, mientras que el 20 % de las industrias modificaron sus productos. También, el consumo de bebidas azucaradas bajó casi un 25 % y se demostró que un 48,1 % de los consumidores compara la presencia de sellos a la hora de comprar”, ejemplifica Sebastián Laspiur.
Asimismo, el referente de la OPS indica que “el rotulado frontal genera principalmente efectos de sustitución dentro de cada categoría de productos y, de esa forma, se ha mejorado la calidad nutricional de algunos productos, resultando también en una oportunidad para los productores de alimentos saludables de incrementar su espacio en el mercado”.
Además, Laspiur cuenta que en México “se estima que dentro de 5 años se ahorrarán aproximadamente 1,8 mil millones de dólares en costos relacionados con la obesidad, dada la implementación de un sistema de etiquetado frontal con el perfil de nutrientes de la OPS” y destaca que “dicho sistema es similar a lo que propone la ley en Argentina y ha sido premiado por las Naciones Unidas”.
Tras la implementación del etiquetado frontal en Chile, el 68 % de las personas cambiaron sus hábitos alimentarios y un 48 % de los consumidores compara la presencia de sellos a la hora de comprar.
“Un sistema de etiquetado frontal debe ayudar a las personas a identificar de manera correcta, rápida y sencilla aquellos productos que contienen cantidades excesivas de azúcares, grasas y sodio. Es la persona la que decide consumirlos o no con total libertad, ejerciendo su derecho a la información sobre lo que consume”, agrega el especialista.
FIC Argentina, por su parte, ha realizado varios trabajos relacionados a la implementación del etiquetado frontal de alimentos. Por un lado, hicieron una encuesta, con la participación de más de 700 personas adultas de distinto nivel educativo, para comparar qué sistema de etiquetado frontal es mejor para aplicar en el país: el de advertencias –con los octógonos negros–, NutriScore o el de semáforo. La encuesta se hizo a partir de envases de galletitas dulces, yogurt bebible y queso untable. “El sistema de advertencias resultó el más efectivo para reducir la intención de compra y, además, los productos que tenían este tipo de etiquetado eran percibidos como los menos saludables”, señala Victoria Tiscornia, investigadora de la entidad.
También llevaron adelante una encuesta a más de 1.100 personas adultas para que expresaran su opinión sobre distintos puntos de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable. “La encuesta reflejó que el 91 % de los y las encuestados/as apoya una política que incluya sellos negros de advertencia en el frente de los envases de alimentos y bebidas con exceso en nutrientes críticos y calorías. Este alto porcentaje de acuerdo se observó en todos los grupos de edad y niveles socioeconómicos (93 % para el nivel socioeconómico más alto y 87 % para el más bajo)”, apunta la nutricionista.
El 91 % de la población está de acuerdo con que se implementen sellos negros de advertencia en el frente de los alimentos envasados, según una encuesta realizada por FIC Argentina.
Las claves de una alimentación saludable
Los distintos elementos de esta ley, con el etiquetado frontal de alimentos como bandera, apuntan a recuperar hábitos alimentarios más saludables y que la población conozca el contenido de los productos que consume.
¿Cuáles son las características de una alimentación saludable? “Debe aportar todos los nutrientes esenciales y la energía necesaria para que cada persona pueda llevar adelante las actividades diarias y mantenerse sana”, afirma en diálogo con Citecus Sonia Naumann, referente del Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires, docente de la UBA, e investigadora y codirectora del CISPAN.
Al mismo tiempo, señala que “la alimentación saludable debe respetar los gustos y hábitos, es decir, la cultura de cada persona y/o familia” y subraya “la importancia de la sustentabilidad de nuestra alimentación para no solo considerarla saludable para los humanos, sino también para el entorno en el cual vivimos”. O sea, “una alimentación saludable debe respetar la salud humana, la salud animal y la del medioambiente”.
¿Cuáles son los alimentos que deben estar incorporados en los hábitos alimentarios para que sean considerados saludables? Naumann recuerda que en las Guías Alimentarias para la Población Argentina se recomienda “consumir a diario variedad de frutas y verduras, consumir legumbres, cereales –preferentemente integrales–, yogures y leches preferentemente descremados, carnes sin grasa visible, aumentar el consumo de pescados, incluir huevo, aceites vegetales crudos preferentemente como condimento, semillas, frutos secos y consumir agua segura”.
En esta línea, asegura que las recomendaciones en materia de alimentación y nutrición cada vez más promueven una alimentación basada en plantas y que tanto el vegetarianismo como el veganismo son patrones alimentarios en crecimiento a nivel mundial. En este contexto, el Ministerio de Salud de la Nación ha realizado una convocatoria a organizaciones académicas, civiles y referentes para construir el 1° Consenso Nacional de Alimentación Vegetariana y Vegana.
Por el contrario, la nutricionista indica que, según las guías, “los alimentos a evitar y consumir con moderación son aquellos que presentan excesivas cantidades de grasas, azúcares y/o sal, además de conservantes, aditivos y colorantes”. Entre estos productos, se encuentran “galletitas dulces, saladas, amasados de pastelería (pastelitos fritos, churros, medialunas, bizcochos de grasa y facturas, entre otros), golosinas, bebidas azucaradas como gaseosas, aguas saborizadas, jugos industrializados y jugos en polvo (para diluir), productos de copetín (maní salado, palitos salados, papas, mandioca y/o batatas fritas, y chizitos, entre otros), embutidos y chacinados (salchichas, chorizo y morcilla, entre otros), fiambres, achuras, carnes procesadas (preformados de carne o pollo, hamburguesas y bastones de pescados, entre otros), helados, manteca, margarina, dulce de leche, mermeladas (industrializadas), aderezos tales como mayonesa, ketchup, mostaza, salsa golf y salsa de soja, entre otros”.
En este punto, Naumann, licenciada en Nutrición y magíster en Salud Pública, sostiene que el consumo en exceso de estos alimentos aumenta el riesgo de desarrollar sobrepeso, obesidad, diabetes e hipertensión, entre otras enfermedades.
Por su parte, Gloria Sammartino destaca la importancia de la ley para que los distintos grupos sociales puedan acceder a alimentos saludables. En este sentido, explica que “si lo que se entrega de ayuda alimentaria, donde también hay ultraprocesados, tuviese sellos que indiquen que tal producto tiene exceso en azúcar, en grasas o en sal, entonces, ese alimento no podría estar como parte de esos paquetes o módulos alimentarios”.
“Un sistema de etiquetado frontal debe ayudar a las personas a identificar de manera correcta, rápida y sencilla aquellos productos que contienen cantidades excesivas de azúcares, grasas y sodio. Es la persona la que decide consumirlos o no con total libertad, ejerciendo su derecho a la información sobre lo que consume”, explica Laspiur.
Un primer paso
Frente a este escenario, son necesarias políticas para generar hábitos saludables en la población. La Ley de Promoción de la Alimentación Saludable puede ser considerada un primer paso, a partir de los distintos puntos que comprende.
“Con este conjunto de medidas simultáneas se promueve un cambio del sistema alimentario destinado a una alimentación saludable y al consumo de alimentos frescos y naturales, como recomiendan las Guías Alimentarias para la Población Argentina”, indica Laspiur.
Organizaciones de la sociedad civil, representantes de organismos internacionales en el área de salud y referentes de la academia coinciden en que es importante que avance el proyecto de ley que se encuentra en Diputados, que aún no tiene fecha para su tratamiento.
“El etiquetado frontal es la puerta de entrada hacia otras políticas que buscan promover entornos alimentarios más saludables como los entornos escolares saludables, la restricción del marketing de alimentos de baja calidad nutricional y políticas fiscales, entre otras medidas que en conjunto promuevan un patrón de consumo más saludable”, concluye Tiscornia.
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