La bióloga y comunicadora de la ciencia, Daniela Garanzini, lleva adelante el proyecto @cientificasconvoz, un perfil de Instagram y de TikTok en el que comunica ciencia con perspectiva de género y habla de trabajos científicos realizados por investigadoras.
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
De niña, Daniela Garanzini hacía pociones con artículos hogareños como shampoo y yerba. Y siempre se interesó por saber por qué suceden las cosas. ¿Por qué se mueve la Tierra? O ¿por qué la Luna se ve en ese lugar?
En su adolescencia ya sabía que quería estudiar una carrera científica. Fue mientras cursaba el secundario que tomó la decisión. “En el anteúltimo año del colegio se definió, cuando me explicaron cómo se producían las proteínas en las células. Yo no lo entendía y necesitaba entenderlo bien. Quería saber cómo pasaba eso, porque me parece fascinante pensar que una célula está viva o que comienza a vivir o que deja de vivir. Ese misterio me encanta. Siempre me gustó y a lo último se fue cristalizando. Pero siempre estuvo esa pregunta, ¿por qué pasan las cosas?”, cuenta a Citecus la doctora en Ciencias Biológicas, comunicadora de la ciencia y profesora.
Tras recibirse de licenciada en Biología, realizó un doctorado sobre la presencia de agroquímicos y su interacción con la biota, en particular, el efecto de los agroquímicos en plantas nativas. Cuando realizaba su posdoctorado, en paralelo, realizó el profesorado. Y fue mientras se formaba como docente que identificó que le gustaba contar la ciencia.
“La docencia siempre me gustó, pero quería perfeccionarme. Hice el profesorado y ahí me di cuenta que a mí me gustaba contar. Y, al mismo tiempo, empecé a desempeñarme como difusora del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC), donde yo trabajaba. La comisión de difusión se fundó en 2016 y yo estaba ahí para iniciar. Y me di cuenta de que me gustaba mucho y que había una subestimación del sistema científico de ´contamos lo que hacemos, total es algo sencillo´. Yo sé que no es sencillo contar las cosas, que hay un proceso, un trabajo y una formación detrás de eso”, describe.
Su acercamiento a la comunicación pública de la ciencia
Garanzini recuerda muy bien el día en que una pasante de su grupo finalizaba sus tareas y le regaló una flor de origami, que aún hoy conserva en su escritorio. La compañera le contó que sus padres iban a estudiar la Diplomatura Universitaria Superior en Comunicación Pública de la Ciencia en la UNICEN, en la sede de Olavarría. “Esta es mi oportunidad”, pensó Garanzini y se inscribió en la especialización. En ese entonces, llevaba dos años dedicándose a comunicar de manera autodidacta.
“Era la posibilidad concreta de formarme en eso, además con las herramientas que me estaba dando la docencia, porque era como complementario. Y en 2018 hice el trayecto de comunicación en Olavarría”, indica.
En este sentido, añade: “Estaba haciendo la diplomatura y había elementos que tomaba de lo otro que estaba aprendiendo, de cómo aprende el que aprende y cómo lo puedo mejorar. Eso lo recontra potenció. Eso fue lo más lindo, me parece. Porque tienen elementos en común. Comunicación y educación están íntimamente relacionados”.
En simultáneo, se produjo su acercamiento a la comunicación de la ciencia con perspectiva de género. Ya se daba cuenta de que había situaciones naturalizadas dentro de las instituciones científicas. Y hubo un hecho que fue determinante.
“Durante muchos años, cité un paper de una técnica de extracción. Siempre citábamos a la misma persona y el mismo trabajo. Era un nombre hindú. Siempre me lo imaginé como un hombre alto de guardapolvo. Y un día lo busqué en Google y resulta que era una mujer. Y ahí me di cuenta que, por defecto, incluso yo que me creía súper feminista, me imaginaba a las personas de ciencia como hombres. Aparecía inmediatamente ahí. Entonces, dije ´esto no está bien´. Ahí surgió la idea de empezar a incorporar la perspectiva de género en todas las cosas que hacía”, relata.
En 2019, impulsó junto a compañeras de trabajo un proyecto de extensión que se llamó Científicas con Voz, relacionado a su trabajo final de la diplomatura. La actividad de extensión, financiada por la UNMDP, consistía en hacer charlas en las escuelas para mostrar a alumnos y alumnas de primero y segundo grado que las científicas tienen voz y participación en la ciencia.
Al dejar el sistema científico luego de diez años, decidió comunicar en redes sociales y creó el perfil @cientificasconvoz en Instagram y TikTok.
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Las redes sociales, un gran espacio para contar ciencia
Garanzini dice que plataformas como Instagram y TikTok le permiten contar ciencia de la manera en la que le gusta hablar de esta temática, mediante el uso del humor y la introducción de referencias culturales, emojis, memes y referencias de temas virales en redes sociales. La bióloga afirma que es la forma en la que a le gusta comunicarse en la vida.
“Siempre estoy tratando de buscar la analogía para entenderlo primero yo y después poder compartirlo con alguien”, asegura. Al mismo tiempo, agrega: “Estos lugares –las redes sociales– me permiten divertirme. Puedo incluir memes, puedo hacer un chiste, puedo reírme de mí misma. A veces me río más haciendo el video o editándolo que después cuando sale. Me permite ser yo, divertirme. Y esa me parece que es la clave, sino no lo sostendría”.
Sobre el rol de la comunicación, Garanzini sostiene que “soy comunicadora porque busco seguir los preceptos que tiene la comunicación: formar opinión, promover vocaciones, generar entretenimiento, que el otro entienda y yo también transformarme”.
“Dentro de la comunicación pública de la ciencia, siempre me voy a parar al costadito que incluye todo el tiempo la perspectiva de género. No puedo salirme de ahí, porque es como algo que de golpe ves y ya no podés dejar de ver. La comunicación para mí es una forma de vivir”, reconoce.
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Una charla TEDx, un programa de TV y un libro
En 2022, por insistencia de sus amigas, se anotó en el evento TEDx Mar del Plata y fue seleccionada para dar una charla, que se tituló “Desnaturalizar la ciencia”. Se trató de una versión sin público por la pandemia de COVID-19.
“Una piensa que tiene que salir a la charla de una. Y en realidad hay un trabajo muy profundo. Es mucho tiempo de escribir el guion, de estar acompañada por un equipo de guion que te va ayudando, te va marcando el paso. Y después hay un equipo de oratoria que te ayuda a plasmarlo, a decirlo, a estudiar una letra de memoria”, recuerda.
Si bien Garanzini suele tener mayor ida y vuelta con la audiencia, y en esta oportunidad no hubo un auditorio que se riese de los chistes o remates de algunas historias, guarda ese momento como una grata experiencia. “Fue lindo porque una lo piensa más solitario, porque estás sola ahí parada, pero en realidad es re colectivo y está bueno. Es linda la experiencia”, resalta.
Por otro lado, la marplatense conduce un ciclo documental de TV llamado Tramando ESI, en el cual se abordan temáticas asociadas a la Educación Sexual Integral. La primera temporada fue emitida por Canal Universidad y el ciclo tendrá una segunda temporada que se encuentra en etapa de posproducción y también se podrá ver por la señal de TV de la UNMDP.
“Fue una experiencia hermosa porque fue colectiva. Al ser con otras personas, muy queridas y que admiro mucho, fue hermosa. Y la temática, la ESI, que cuando me formé en ESI fue algo que me atravesó y nunca más pude dejarlo. Yo siento que lo hago por mis sobrinos y mis sobrinas. Siento que si yo milito la ESI, cuento de qué se trata y la respeto, mis sobrinos y mis sobrinas van a vivir en un mundo mejor, más amable, no tan duro como en el que vivimos nosotras. Entonces, fue una experiencia hermosa”, relata.
Además, en los próximos meses publicará un libro sobre ciencia y género. “El libro surgió gracias a una editora que se puso en contacto conmigo. Me dijo que le gustaba lo que yo hacía. Me propuso escribir un libro sobre una temática relacionada a la ciencia de género”, comenta Garanzini. En esta publicación, describirá la vida y el trabajo científico de mujeres de la biología que fueron tan o más importantes que los referentes de la disciplina y, sin embargo, no están presentes en los libros.
En este sentido, amplía: “A Darwin lo conoce todo el mundo, ¿pero a Margulis? Ella es la única que pude rescatar de lo que había hecho, pero hay un montón más, como Maria Sibylla Merian y Rachel Carson. Mujeres que fueron claves para el desarrollo de la biología como la conocemos hoy, pero que no aparecen en los libros”.
“Hubiera sido distinta mi carrera si yo hubiera visto que había mujeres en esos ámbitos que tienen que ver con la biología en general, la genética y la ecología”, afirma.
Sesgo de género en los sistemas científicos
Garanzani señala que en Argentina y en Latinoamérica hay una mayor proporción de igualdad de género en el sistema científico. Sin embargo, en el ejemplo de Argentina, subraya que no es una igualdad plena y que hay un techo de cristal visible, debido a que la mayoría de las mujeres trabajan en las categorías más bajas en las universidades y las instituciones científicas.
En este punto, remarca que el 56 % de las personas que hacen ciencia en Argentina son mujeres, y que en los primeros rangos –becarias doctorales e investigadoras asistentes– representan el 60 %. Sin embargo, en el rango más alto –investigadoras superiores– llegan al 25 %.
“Lo vemos en el directorio, también hay muchas más mujeres. Hoy tenemos una presidenta de CONICET, Ana Franchi. Pero durante mucho tiempo no fue así. Y eso incide en las políticas que se van a dar en función de las personas que van a estar trabajando”, comenta.
Asimismo, subraya que la igualdad de género en ciencia se profundiza más a escala global. “A nivel mundial, las mujeres son el 26 %. O sea, el sistema científico parece que no quisiera a las mujeres y después surgen esos discursos de ´bueno, no, en realidad es que a las mujeres les gusta más quedarse en casa´. Cosa que sucede mucho en países muy desarrollados, que es la paradoja de la igualdad de género. Tienen igualdad de género en todo, pero no en ciencia. Bueno, eso tiene que ver con los estereotipos y cómo las mujeres ante un trabajo bien remunerado, por ahí prefieren algo que estuvo más reflejado en los estereotipos de género con los que se criaron”, explica.
En tanto, cuenta que en nuestro país hay una gran diferencia en cuanto a la disposición del tiempo en tareas de cuidado no remunerado, que incluyen acompañamiento escolar, limpieza, y cuidado de otras personas –por ejemplo, un familiar–.
“En Argentina, los hombres tienen tres horas menos de trabajo de tareas de cuidado no remunerado al día comparado con las mujeres. Hablamos de 3,4 horas versus 6,4 horas. Esas tres horas de diferencia, son horas de trabajo remunerado que no estás haciendo, de trabajo creativo, porque el trabajo reproductivo, que se reproduce todos los días, no te permite ningún lugar a la creatividad”, apunta la comunicadora de la ciencia.
No solo hay una brecha en la producción de conocimiento, debido a que las mujeres tienen en promedio tres horas más de tareas de cuidado no remunerado al día, también hay una brecha al momento de citar papers.
“Se habla mucho del efecto Matilda que había antes, que los hombres se quedaban con el mérito de ellas. Eso está actualizado ahora. Los papers de mujeres son más leídos, pero son más citados los de hombres. Quizás leyeron la idea en un paper de una mujer, pero citan a un hombre. Cuanto más citado sos, más prestigioso sos”, detalla.
En esta línea, la bióloga sostiene: “Tenés una diferencia en la cantidad de productividad, una diferencia en cómo se citan los papers y encima después tenés una diferencia en cómo se muestra a la sociedad eso, que es lo que llamamos techo de papel. Esto es un estudio de alguien que analizó como 20 años de big data, y dijo que las mujeres están menos representadas en los medios en cuestiones de política, de economía y de ciencia. Estamos obviamente en la parte de entretenimientos, de espectáculos y a veces en los policiales como víctimas, nunca como referencias. Y en la ciencia las mujeres aparecemos, pero aparecemos para decorar la imagen. Vos ves que hablan de ciencia y está la mujer pipeteando el liquidito de colores. Y la mujer es siempre heteronormativamente bella. Entonces, se generan más disparidades”.
“El sistema científico y la comunicación de lo que hace el sistema científico tiene una brecha muy grande de género. Y es tan grande que solamente contempla dos géneros. Por ejemplo, en nuestro país, tenemos dos científicas trans. Y es lo único que sabemos. Si tenemos personas no binaries, no existe la información. Y eso es terrible”, asevera.
En este sentido, explica: “Si sos una persona no binarie que quiere pensarse como científica, científico o científique, no tenés quién te guíe en eso. O sea, te están diciendo que ese lugar no es para personas no binarias o trans. Ese lugar está cerrado para personas cis, que sean hombre o mujeres, y nada más”.
“No solo hay una brecha, sino que hay un agujero negro de otras identidades, que es terrible y que está en todas esas dimensiones, en la producción, en la réplica entre ellos y después en la comunicación de todo eso”, concluye Garanzini.
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