El destacado biólogo y comunicador de la ciencia presentó en Mar del Plata su último libro La ciencia de las (buenas) ideas. En diálogo con Citecus, describió el pensamiento creativo y el trabajo prolongado detrás de las ideas.
Por Agustín Casa / Follow @Agustin_Casa
“Una estrategia, que a mí me gusta como estilo, es meter la ciencia en otros lugares. Hablar de la ciencia en el deporte, hablar de la ciencia en el arte, en la cocina o en las ideas”, afirma el biólogo y comunicador de la ciencia Diego Golombek.
Se refiere a un concepto que aplica en su tarea cotidiana de comunicar temas científicos a la población en general y lo llama “ciencia de contrabando”, es decir, meter ciencia donde no se la espera para que sea mejor recibida.
Lo hace en el programa “Noche de Mente”, que se emite de lunes a viernes a las 19 por la TV Pública, donde presenta a la audiencia diferentes experimentos con elementos de la vida cotidiana, como un té, una papa o un sorbete. Y también lo hace en los libros, como en su última publicación La ciencia de las (buenas) ideas (Siglo XXI Editores, 2022), que forma parte de la colección “Ciencia que ladra…”, que él mismo dirige.
Golombek visitó Mar del Plata para presentar esta novedad editorial en una charla con gran convocatoria que se realizó en el jardín del Museo Municipal de Arte Juan Carlos Castagnino. En diálogo con Citecus, el doctor en Ciencias Biológicas, investigador del CONICET y profesor de la Universidad de San Andrés (UDESA), donde dirige el Laboratorio Interdisciplinario del Sueño (LITERA), habló sobre la ciencia en la generación de buenas ideas.
“Uno asocia las ideas con algo abstracto llamado pensadores, creativos, publicitarios, o con la filosofía en general. ¿Quiénes son los que se ocupan de las ideas? Platón, básicamente. Lo que quiero contar es que, más allá de eso que es extraordinario, también podemos verlo desde la ciencia. Y, tal vez, lo podemos considerar un continuo de la ciencia que a mí me gusta contar, la ciencia de las cosas que nos pasan, la ciencia de todos los días”, cuenta Golombek.
En su rol de comunicador de la ciencia, el biólogo ha escrito sobre la ciencia de la parrilla y la ciencia del sexo, entre otros temas, y ahora dedicó su nuevo libro a las ideas y la creatividad. En este sentido, el investigador destaca la sencillez del pensamiento creativo. “El pensamiento creativo en fórmula –en ecuación– es sorprendentemente sencillo, porque es trabajo, trabajo, trabajo, disrupción”, sostiene.
“El trabajo solo te puede llevar a algo rutinario –continúa–, tal vez no logres acoplar esa cuestión sumatoria de ideas. La disrupción sola obviamente no te va a inspirar porque no existen las musas que te soplen algo al oído. En cambio, la combinación de obsesionarte con un problema, mirarlo desde distintos costados, volverte experto en ese problema, y darte el permiso de correrte –salir a dar una vuelta, ir a la naturaleza, dormir o salir con amigos–, permite que toda esa información previa que está seguramente dispersa en distintas áreas del cerebro, mientras pensamos que no hacemos nada, el cerebro está muy activo en lo que se llama red por defecto, y se juntan esas ideas, se asocian, y te llevan a un concepto nuevo”.
Si bien reconoce que el pensamiento lógico sigue reglas muy estrictas, afirma que para poder avanzar en esos razonamientos o encontrar determinadas soluciones, el proceso es similar. “La lógica tiene reglas muy estrictas que los matemáticos conocen de memoria, pero a veces para ver por dónde va la cosa, después de muchos pizarrones, tenés que correrte”, apunta.
Al mismo tiempo, el trabajo que hay detrás de las buenas ideas y el pensamiento creativo son fundamentos para romper con el pensamiento mágico. En esta línea, Golombek reflexiona: “Estamos muy acostumbrados a esta noción de pensamiento mágico. Incluso para describir la ciencia. Si abrimos libros de texto de historia de la ciencia, ¿cuántos sueños hay? Mendeléiev soñó con la tabla periódica de los elementos, Kekulé soñó con el benceno, y así sucesivamente, como si hubiera venido de la nada, como si efectivamente el hada de los sueños le hubiera soplado la tabla periódica. Lo que no se cuenta es que el tipo venía trabajando durante años en la tabla periódica”.
Y advierte que “el pensamiento mágico puede ser muy hermoso, puede ser un boom literario latinoamericano, pero tiene poco que ver con avanzar hacia conceptos nuevos, conceptos aplicados, conceptos que mejoren la calidad de vida, el fin de la ciencia finalmente es ese”.
Por otra parte, Golombek habla de la aparición de la creatividad en la vida cotidiana. En primer lugar, resalta que es una palabra relativamente nueva porque la Real Academia Española la incluyó en el diccionario en la década del 70. Y también indica que suele asociarse con la innovación.
“Una definición muy interesante de creatividad es poder ver con otros ojos. Yo trato de mostrar que se puede ver con ojos científicos, seas científico profesional o no. Y acá separo un poco la ciencia de la investigación. Yo soy investigador profesional, pero cualquiera puede mirar el mundo con ojos científicos”, asegura.
Y agrega: “Hay otra definición, más de innovación que de creatividad, pero puede aplicarse también, que es la definición sumatoria. No se crea nada de la nada. La pregunta de los filósofos, la pregunta clásica de por qué hay algo en lugar de nada, podríamos aplicarla a la creatividad. Y nunca hay nada. Todo viene de algo previo. Es una definición acumulativa porque es juntar mundos aparentemente dispersos, que a alguien se le ocurre meterlos en el mismo lugar y, de pronto, el solo hecho de meterlos en un mismo lugar, te lleva a un acto creativo e innovador”.
Para Golombek, lo más curioso es que las personas aplican el pensamiento creativo todos los días. “La gente por ahí no se da cuenta que es enormemente creativa, tiene un cerebro humano que es el objeto más complejo y más creativo del universo”, subraya.
Una colección que ladra hace más de dos décadas
Golombek inició la colección “Ciencia que ladra…” en 2001 como una colección universitaria en la Universidad Nacional de Quilmes. La premisa era clara y atractiva pero desafiante: que científicos y científicas comuniquen ciencia a un público general, según cierto estilo literario, con referencias a situaciones cotidianas y a consumos culturales como el cine y la literatura y, por sobre todo, que el contenido sea riguroso.
“Una vez que el rigor científico está asegurado, todo vale. Hagamos literatura. Hagamos un libro que la gente lee y se pasa la parada del colectivo porque está fascinado”, señala.
Dos décadas después, la colección suma nuevos títulos cada año y no deja de sorprender al propio Golombek. “Muchos libros son utilizados como lectura en la escuela, y nunca pensamos en eso. Los profes los usan como disparadores de ciertos temas que son áridos o quieren entrar por cierto lado. Lo mismo pasa con algunos programas de tele o en este momento con las redes, que son un gran vehículo también para contar ciencia. Así que nos ha dado enormes alegrías y satisfacciones”, comparte.
Entre los formatos para comunicar ciencia, su predilecto es la literatura. “Me parece algo irreemplazable”, destaca. No obstante, es consciente de la diferencia de alcance en relación a otros formatos.
En este punto, valora la oportunidad de poder contar ciencia en televisión por su llegada a todo el país. “Por más que en este momento hay un crecimiento exponencial de las redes, de los distintos formatos breves o del podcast, creo que todavía estamos en una etapa en la cual para llegar a un público realmente masivo y realmente amplio, la tele es impagable. Es cierto que la aparición de los nuevos formatos patea el tablero. El streaming, el podcast, Youtube, Tik Tok, Instagram y Twitter. La verdad que las nuevas generaciones me parecen admirables en cuanto al uso que están haciendo. Me parece extraordinario y muy bienvenido. Ahí llegás a un público que no llegás de otra manera”, describe.
Mientras tanto, Golombek reparte su tiempo entre la investigación científica, la docencia y la comunicación de la ciencia. No se imagina realizar solo una de esas actividades. Al contar ciencia en la tele, en los libros y en las charlas lleva la ciencia a lugares cotidianos que no solemos observar con ojos científicos. “Me interesa esa estrategia porque realmente veo que suscita cuestionamientos, preguntas, y apropiarse un poco de los conceptos científicos”, concluye.
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